La traición es uno de los momentos estelares en la vida de las personas.
He visto la traición de ida y vuelta.
No podría ser de otra manera.
La obra de Shakespeare —la obra del poeta— está cruzada por la traición.
Por eso sigue siendo vigente y universal.
Succession está inspirada en él.
Durante semanas —meses, años— hemos venido siguiendo la saga de los Roy, cuyo patriarca, Logan, fue el gran maestro del tema.
Sus hijos son apenas unos aprendices de lo que el maestro oficiaba.
Incluso el final —Shiv, la hermana, traicionando a sus hermanos— es la cuota de una traición tímida pero poco escrupulosa.
El traidor —el verdadero, no el novato— disfruta el momentum de la traición en diferido.
Sabe que el engaño va primero.
Un engaño tan sutil como un guiño de ojo.
Los verdaderos traidores —y la política mexicana está llena de brutales ejemplos— no se regodean en la traición: la van administrando como una ampolleta de vitamina b-12.
Dos ejemplos clásicos.
El presidente Obregón manda matar a su amigo y hermano de armas —el mítico Francisco Serrano— y pide que le lleven el cuerpo destrozado al Castillo de Chapultepec.
No exige para él una muerte sencilla.
Ordena la peor muerte de todas: la que va cubierta de horas de agonía.
Una vez ante el cadáver, Obregón se acerca al rostro macilento y suelta una frase cargada de falsa piedad:
“Mira nomás cómo te dejaron, Pancho”.
Luego, según algunos historiadores, escupe otra frase:
“A esta rebelión ya se la llevó la chingada”.
Segundo ejemplo:
El presidente Ruiz Cortines deja correr a uno de sus compadres más queridos —Gilberto Flores Muñoz— haciéndole creer que él será el “tapado”.
(Ruiz Cortines fue el creador de esa expresión que hoy vuelve a tener vigencia).
Una vez que destapa a su verdadero candidato —López Mateos—, llama a su compadre y le dice (muy Álvaro Obregón con Pancho):
“Perdimos, ‘Pollo’, perdimos”.
(Años después, el célebre “Pollo” habría de morir a machetazos junto con su mujer a manos de su propio nieto).
Hace poco hablaba con un amigo sobre el tema de la traición en la política en el contexto de una serie de aberraciones que ambos hemos visto en distintos momentos en este país.
No sé por qué —ahora lo entiendo— dije lo siguiente:
“La traición puede ser maravillosa. Es la obra cumbre de la política mexicana”.
Es un lugar común decir que el verbo más usado por los políticos mexicanos es “madrugar”.
Estoy convencido —he visto decenas de casos— de que el verbo “traicionar” está por delante de todos.
La traición de Shiv es la culminación de una serie de traiciones en la historia de la familia Roy.
Los hijos, cada uno en su momento, traicionan a Logan, su padre, quien a su vez los traiciona a ellos.
Succession es la obra de un grupo de poetas tratando de explicarse la naturaleza de la traición: Adam McKay y Will Ferrell (productores), Jesse Armstrong (autor) y Brian Cox (el gran Logan Roy).
La brutal música de piano de Nicholas Britell es la consumación de esta gran trama.
Los guionistas y los directores tuvieron el talento de no traicionarse a lo largo de las cuatro temporadas de la serie de HBO.
Y esos poetas encontraron su inspiración en Shakespeare.
No el dramaturgo.
El poeta.
Carlos Chimal, en una maravillosa columna reciente publicada en Hipócrita Lector, cierra el ostión:
“(Martin) Amis dijo alguna vez en un diálogo con la revista Esquire que la poesía estaba por encima de la prosa; por ello pensaba que no podía ser más que una broma de orden cósmico el que Shakespeare, un poeta que se ganaba la vida como empresario y actor en la farándula, haya sido inmortalizado como dramaturgo”.
Sólo un poeta puede escribir de la traición como lo hizo Shakespeare.
Solo los auténticos traidores (y vaya que abundan) saben cómo se macera y se cocina.
“La venganza es un plato que se sirve frío”, es una expresión atribuida a Pierre Choderlos de Laclos, autor de Las Amistades Peligrosas.
Cierto.
Pero para que haya venganza debe haber engaño primero.
La traición es el momento cumbre de esa trama.
No en balde Lukas Matsson dice en un momento delirante frente al pobre Tom, uno de los grandes traidores de la saga:
“No quiero a la embarazada. Quiero al que la embarazó”.