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jueves, diciembre 18, 2025

Moreno Valle: la caída (parte final)

Moreno Valle: la caída (parte final)

Las familias Tlaxcaltécal, Coyotécatl y Xochimitl tenían programado cenar para celebrar la Nochebuena en la casa de don Eugenio Técotl.

Antes, todos irían a la misa de acción de gracias a la Iglesia de Santa María de la Asunción. Habían matado dos guajolotes y un marranito, que serían preparados por las sabias manos de doña María Xochimitl, cuyo esposo, conocido como “Llanta baja”, respondía al nombre de Raymundo Coyotécatl.

Machete en mano, después de comer, “Llanta baja” se daba a la tarea de recoger el zacate de la siembra del temporal cuando escuchó un ruido en el cielo. Algo así como un “tronido” o como si algo sonara muy fuerte. Como cuando un borrachito de Tlaltenango subió a la torre y le dio un golpe seco a la campana de la iglesia construida entre 1521 y 1707.

Don Raymundo Coyotécatl vio algo que se incendiaba en el cielo y que caía a la altura de sus tierras, donde siembra maíz, frijol y chile. Tomó su bicicleta y se acercó al lugar, igual que otros curiosos.

Nadie sabía que en ese helicóptero iban la gobernadora Martha Érika Alonso y el senador Rafael Moreno Valle. Entre cuchicheos y fotos tomadas con sus celulares, los habitantes de la zona vieron llegar también a los primeros uniformados, quienes acordonaron el área y a grito abierto les decían que no querían mirones.

“Llanta baja” también empezó a gritar, pues él área acordonada era la tierra que le dejó como herencia su padre, don Simón Coyotécatl, a quien apodaban el “Chacuaco”, por su manera de fumar.

—¡Éstas son mis tierras! —les gritaba a los soldados—. ¡Váyanse de aquí! ¿Quién me va a pagar el estropicio?

—¡Cállese y váyase, señor! ¡Déjenos trabajar! —le respondió un sardo. Cuando “Llanta baja” se enteró que uno de quienes habían caído en sus tierras era el exgobernador Moreno Valle, más le entró la muina, pues él y otros habitantes de Coronango no lo querían.

Así se estuvo “Llanta baja” varias horas, preguntando entre gritos quién le iba a pagar los 200 mil pesos que se había gastado en limpiar su terreno y cuándo lo desalojarían.

Más tarde, en la cena de Nochebuena, el siniestro fue motivo de todo tipo de comentarios.

Todos hablaban de que tomaron fotos pero que los soldados les habían quitado sus celulares.

—¡Ya ponte sosiego, Raymundo! —le dijo por enésima vez su esposa María Xochimitl, cuando éste seguía gritando, entre tragos de aguardiente, que quién chingaos le iba a pagar los daños ocasionados por el helicóptero de Moreno Valle.

*

Toño Vázquez, ex presidente de Teziutlán, escuchó que en Xiutetelco había una bruja que veía el futuro. Uno de sus ayudantes le habló de ella. “Es muy acertada, señor. A mí me vaticinó que me divorciaría a unos días de haberme casado. Al mes ya me estaban pidiendo el divorcio”.

Pidió verla los primeros días de diciembre de 2018. Se encontraron en Xiutetelco. La recibió en la casa de un exregidor.

—¿Qué quiere saber, patrón? —dijo ella.

—¿Qué va a pasar con la maestra Martha Érika Alonso? —preguntó él.

La bruja abrió y cerró los ojos. Quedó en trance un par de minutos. Volvió a abrirlos. Entonces escupió:

—Va a ser gobernadora, pero va a morir.

El exregidor y el exalcalde voltearon a verse. No daban crédito a lo que oían.

—¿Por qué dices que morirá?

—Porque veo que va a morir, patrón.

Toño Vázquez pensó en decírselos a Martha Érika, primero, y al senador, después, pero imaginó las respuestas. Sobre todo, la de Moreno Valle. No dijo nada entonces. Guardó silencio. Se quedó callado.

El sábado 8 de diciembre después de las once de la noche vio en internet cómo el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación le daba el triunfo a Martha Érika. Pensó en la bruja.

El domingo 9 de diciembre, la gobernadora electa pidió una cita con el arzobispo Víctor Sánchez. Estaba metida en una zozobra extraña. Ya había ganado la gubernatura, pero su expresión facial seguía siendo la misma. Estaba triste, y no sabía la razón. El senador Moreno Valle, en cambio, no cabía de gusto. Celebraba el fallo todo el tiempo. A todos les decía que su operación en el Tribunal había sido sublime. “¡Le gané al presidente de

México!”, vociferaba en las mesas de los restaurantes y en los pasillos del Senado. Pero la gobernadora seguía triste. En esas condiciones vio al arzobispo. Apenas lo tuvo en frente, rompió a llorar. Él la consoló con unas palmadas en la espalda y la conminó a rezar.

Juntos lo hicieron varios minutos. La relación entre ambos era profunda. Él entendía hasta sus silencios. Ella le tenía una confianza inédita. En esa misma tristeza se mantuvo metida los siguientes días. Así fue a rendir protesta. Así estuvo en su primer discurso. Así subió al helicóptero Agusta.

Toño Vázquez se preparaba para celebrar la Navidad cuando recibió un WhatsApp de un amigo suyo. “Ya viste lo que paso Toño? Murió la gobernadora”. Se metió a Twitter y encontró la gritería. Sudó frío. Pensó en la bruja de Xiutetelco.

*

Galio Latisnere, el extraño francés, invitó a cenar a Juan Pablo Vergara a El Desafuero.

Ninguno de los dos tenía mucha hambre. Sólo pidieron jabugo y vino. Un Pago de Carraovejas. En otras mesas había poca gente. En la zona de fumar, en cambio, había una especie de fiesta. Varios personajes parecían celebrar algo entre risas y brindis. Era claro el motivo del aparente festejo: la muerte del matrimonio Moreno Valle-Alonso.  Las risas llegaban hasta la mesa de Latisnere, pero también algunas expresiones de mal gusto.

El tema de la conversación entre el extraño francés y el periodista no podía ser otro: el siniestro ocurrido la tarde del 24 de diciembre. Galio dijo algunas cosas que dejaron helado a Juan Pablo:

“Vayamos por puntos, Vergara. Me queda claro que los mandaron matar. ¿A quién particularmente? Al senador Moreno Valle. Andaban tras él desde hace tiempo. Pero sus enemigos no actuaron solos. Tuvieron cómplices en el área de mantenimiento del helicóptero. No es tan sencillo dejar pasar dos tornillos sueltos o algunos daños en las piezas que mueven las aspas del motor. Sé de buena fuente que el helicóptero se ladeó hacia la izquierda repentinamente y provocó que se invirtiera el vuelo y colapsara.

“Roberto Coppe no metió ni las manos. El aparato se volvió incontrolable en décimas de segundo. Hay que investigar a la empresa del taxi aéreo y al taller que supuestamente daba el mantenimiento. Un amigo que trabaja en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes a nivel federal me confió que el Agusta voló más de treinta veces en ese mal estado. Lo extraño es que no hubiera una voz sensata que compartiera con el senador el terrible estado del aparato”.

Vergara le dio un trago a su vino e interpeló a Latisnere:

—Pero Moreno Valle era brutalmente obsesivo en la pulcritud de los helicópteros o las camionetas en las que viajaba, don Galio. Checaba todo hasta el último detalle. Incluso decía que tenía a Coppe como piloto porque eso le garantizaba su seguridad. Textualmente pregonaba: “Si Coppe no revisa bien el helicóptero en el que viajamos, nos lleva la chingada a los dos. A él por delante”.

—Pues algo muy extraño ocurrió porque el Agusta llevaba más de treinta viajes en condiciones no aptas para volar, Vergara. La investigación se tiene que ir por ahí. No hay de otra.

Las risas de la mesa ubicada en la zona de fumar rubricaron la noche. “¡Brindo por la mejor Navidad que he pasado en mi vida!”, escupió uno de los comensales.

(Esta columna se tomará unos días de descanso a partir de ya. Nos leeremos nuevamente en enero de 2026. Felices fiestas).

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