Morena no sería lo que es si el presidente López Obrador hubiese cerrado las puertas a los recién llegados.
Su crecimiento sólo se explica porque casi todos los que quieren entrar —el 99 por ciento— han sido recibidos generosamente.
Por eso Morena es un fenómeno político en tiempos en que los fenómenos políticos van a la baja.
España es un buen ejemplo de eso.
Podemos, el partido creado por Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero, fue fundado en 2014.
Siete años después —tras algunos años gloriosos—, inició su declive.
Hoy, ya convertido en Unidas Podemos, representa prácticamente nada.
Es un cero a la izquierda en el mapa político de España.
¿La razón?
Los egos revueltos de sus fundadores: los egos sobrados, los egos sectarios.
Quisieron, pero no pudieron.
Morena también nació como partido en 2014.
Cuatro años después, gracias a un fenómeno apellidado López Obrador, ganaron la presidencia de la República, la mayoría de las cámaras de diputados y senadores, y un buen número de gubernaturas.
A siete años de haberse fundado, Morena encabeza 23 gubernaturas.
¿La razón?
La ausencia de egos revueltos, egos sobrados y egos sectarios.
En este año van por el resto de las canicas.
Si Morena hubiese cerrado sus puertas, este fenómeno no existiría.
Los egos revueltos de los sectarios ya hubiesen cerrados puertas y ventanas.
Hoy por hoy, estarían administrando el caos.
En el caso Puebla, los sectarios que no crecen son los que buscan impedir la llegada de otros, que, como ellos, provienen de otras fuerzas políticas.
Los fundadores de Morena no se explican sin ese fenómeno migratorio.
López Obrador viene del PRI.
Y de este partido salieron, en su momento, los antecedentes más notables: Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo.
La migración en política es una normalidad.
Lo anormal es lo estático.
Lo que no se mueve.
El crecimiento que viene, y será inevitable, lo darán, entre otros, los que saldrán del PRI para incorporarse al movimiento.
(El PRI, por cierto, simplemente quedará en los huesos).
En el discurso que antecedió su toma de protesta como candidata a la presidencia, Claudia Sheinbaum habló de la unidad como factor clave de los triunfos.
Sin esa unidad, sólo queda el vacío.
Y citó una frase que se maneja al interior de Morena: “Unidos, hasta que las encuestas nos separen”.
En un discurso improvisado y muy articulado, Sheinbaum llamó a respetar los resultados de las encuestas que vienen: las de los alcaldes y los diputados.
La traducción se impone: gane quien gane.
Incluso si triunfa alguien que venga de otro partido.
La soledad priísta. En un cesto de basura en las oficinas de Néstor Camarillo, virtual candidato a senador y exdirigente del PRI, alguien colocó la foto de Jorge Estefan Chidiac.
Es la metáfora exacta de la crisis que ya se vive en ese partido.
A administrar la pobreza.
La lancha de la ignominia. Cuando José Juan Espinosa, hoy ligado al PRIAN, vivió el temor de ser aprehendido por el gobierno de don Miguel Barbosa, se compró una lancha de motor.
¿El fin?
Llegar hasta aguas internacionales para evitar una eventual captura.
La lancha nunca fue utilizada para esa diligencia.