Esta semana será crucial por dos motivos.
El miércoles 13 y el viernes 15 se cumplirán dos aniversarios ligados entre sí: la muerte de don Miguel Barbosa y la asunción de Sergio Salomón como gobernador sustituto.
Vida y muerte unidas como en una tragedia shakesperiana.
Los últimos momentos en la vida de don Miguel estuvieron cargados de símbolos.
El jueves 8 de diciembre, un amigo suyo, muy cercano, estuvo con él hacia las siete de la noche.
—Me duele el brazo izquierdo —le dijo el gobernador en su oficina de Casa Aguayo.
—¿Ya te vio el médico, amigo?
—Ya. Me dice que tiene que ver con algo muscular.
Don Miguel venía de hacer dos marchas en las últimas semanas: la que encabezó el presidente López Obrador en la Ciudad de México y la que él mismo organizó en la ciudad de Puebla.
Estaba cansado también por el largo año de combate desde su frente mañanero: un año de polémicas encontradas, juicios severos y encendidas denuncias.
Sus malquerientes —todos callados hasta ese momento— empezaron a ladrar una vez muerto.
Qué valientes, qué sobrados.
El sábado 10 de diciembre, el gobernador celebró con su equipo de operadores electorales —entre los que se hallaban decenas de alcaldes y diputados locales— los buenos resultados de ese año y la consolidación de Sergio Salomón, el más fuerte de su proyecto a sucederlo.
Y hubo barbacoa para la ocasión.
Nuestro personaje ya no se quedó a la comilona.
Apenas si probó el caldo de borrego.
Con el entonces presidente de la Junta de Gobierno del Congreso cruzó algunas palabras amistosas.
Luego le dijo que se retiraría a descansar.
Ese sería el último diálogo entre ambos.
Cuando menos cara a cara.
El domingo11 de diciembre, el gobernador encabezó la entrega de 500 patrullas en el CIS.
Ahí narró que le dolía el brazo izquierdo: “del codo a la mano”.
Y justificó que doña Rosario, su esposa, lo estuviera sobando.
El lunes 12 se canceló de improviso la tradicional rueda de prensa matutina.
Tampoco llegó a la presentación del proyecto Museo Internacional del Barroco Inmersivo, encabezado por el cineasta Luis Mandoki y Hugo Scherer.
Las caras largas fueron la constante en dicha presentación.
“¿Dónde está el gobernador? ¿Cómo sigue de salud?”, eran las dudas que mataban.
Las respuestas inevitablemente estaban ligadas al dolor en el brazo izquierdo, última imagen en vida de don Miguel.
Al día siguiente, tampoco hubo rueda de prensa matutina.
Un tuit del presidente López Obrador —a las 15:29— lo dijo todo: el gobernador había fallecido en la Ciudad de México.
Un día después su cuerpo metido en un féretro llegó al Congreso del Estado, donde ese día rendiría su Cuarto Informe de Gobierno.
El resto ya es historia.
En un desafío abierto al centralismo, el diputado presidente Sergio Salomón rindió protesta en los primeros minutos del jueves 15 de diciembre como gobernador sustituto.
Si don Miguel hubiese estado vivo, habría operado exactamente igual dicha asunción.
Ha pasado un año desde entonces, pero ése será tema de una próxima columna.