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miércoles, noviembre 19, 2025

Mientras el gobernador debate, los diputados hacen tiktoks

Mientras el gobernador debate, los diputados hacen tiktoks

El gobernador Alejandro Armenta aparece regularmente a media mañana para cuadrar el círculo del debate público, pero también para enviar señales, traducir las acciones de gobierno y polemizar con quienes, desde la oscuridad —ese espacio cómodo de los cobardes— critican sus dichos y sus obras.

Su estilo es directo, duro, sin filtros.

Pone nombres y apellidos, mete el dedo en la herida, se inconforma ante los gastos frívolos de sus antecesores, critica la corrupción, propone alternativas: es un polemista nato que da manotazos en el escritorio.

Uno esperaría que después de esos ejercicios cotidianos de reflexión y crítica, la dirigencia de su partido saliera a la plaza pública del debate a fortalecer la narrativa y a enfrentar los acosos de una oposición que se mueve en la sombra.

No ocurre así.

Uno esperaría, también, que los diputados de su partido subieran a tribuna haciendo ese mismo ejercicio.

(No hagan ruido que pueden despertar a los nardos y a las azucenas. Los diputados —salvo notables excepciones— están durmiendo o meditando, o haciendo tiktoks).

Hace falta un Pavel Gaspar al frente del partido para mover los encinos o los sauces, o ese gran árbol de la crítica y el debate.

Cosa imposible por ahora: Pavel Gaspar es el presidente, por ahora, de la Junta de Gobierno y Coordinación Política del Congreso del Estado.

Él posee las armas intelectuales para darle forma a la narrativa del gobernador Armenta, una vez que, desde niño, a través de su padre —Horacio Gaspar Lima— escuchó hablar de Lenin, de Trotski, de Bakunin, de la toma del Palacio de Invierno y de varios asaltos delirantes al cielo.

Ya llegarán los tiempos.

Hoy por hoy, sin embargo, el gobernador Armenta es quien mueve esos encinos y esos sauces, y todos los árboles de la crítica y el debate.

No queda de otra.

Aunque ya hizo el llamado —durísimo— para que los diputados y la dirigencia de su partido despierten de su siesta otoñal y se sumen a su ejercicio cotidiano.

Y es que toda narrativa de gobierno requiere del acompañamiento de un partido vigoroso.

Este martes leí, como siempre lo hago, a Jorge Hernández Aguilera, director de El Ciudadano, quien escribe desde una fortaleza intelectual de primer nivel, muy lejos de esos columnistas —cada vez son más— que recurren a la inteligencia artificial para maquilar sus escritos.

(Creen que nadie se da cuenta de esa chapuza, pero sí).

A través de unas líneas luminosas, Hernández Aguilera —quien conoce muy bien las tripas de Morena, una vez que ha militado en ese partido-movimiento desde hace años— aborda el tema dibujado líneas atrás.

Vea el hipócrita lector:

“El primer paso que la dirigencia y la clase política de Morena en Puebla deberían dar al frente: el de tener presencia argumentativa, ser parte del debate de las ideas. Se complejiza tal hecho cuando la capacidad de los cuadros políticos de Morena para debatir es limitada. Tomando por ejemplo la rueda de prensa del pasado lunes, en la que la dirigencia local de Morena convocó a rueda de prensa después del regaño del gobernador, de las cuatro personas que emitieron posicionamiento solamente Agustín Guerrero (…) lo hizo sin leer. (…) Pareciera algo menor, pero la esencia de la actividad política es la de provocar emoción, transmitir ideas. El presidente del Consejo, la presidenta del Comité Estatal y el representante electoral se limitaron a leer un escrito —que no sabemos quién escribió— dispersando completamente la atención de la prensa y de los oyentes. El siglo XXI debe traer consigo actores políticos que comuniquen —sin leer— como lo hace el gobernador en cada conferencia de prensa, cuya duración rebasa, en promedio, los 60 minutos. “Es inverosímil, en términos de ciudadanía, depositar su confianza en los rumbos del gobierno en personas que no logren transmitir con sencillez y claridad, de viva voz, los mecanismos y rutas que emplearán para los destinos sociales”.

He aquí la larga, pero necesaria cita.

No podía ser de otra manera: el ritmo del acompañamiento no debe ser el de un vals melancólico sino el de un mambo frenético.

No hay que quitar los binoculares de esta trama.

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