Cuando Germán Sierra buscaba ser candidato a la gubernatura de Puebla, en 2004, un personaje ligado entonces al PRI me hablaba todos los días por la mañana para mentarme la madre.
Seis años después, cuando Javier López Zavala buscaba la misma posición, ese personaje —ahora adicto al zavalismo— me repetía la dosis.
Hoy que está con Nacho Mier, ya no me mienta la madre por teléfono.
(Lo tengo bloqueado).
Pero lo hace cada vez que me lo encuentro.
Muy taimado.
En voz baja.
Como murmurando.
En los tres tiempos, sobre todo en los dos primeros, le han molestado mis columnas.
Y en lugar de rebatirme con argumentos, me mienta la madre.
Eso mismo pasa en el viciado ambiente electoral.
Todos los días leemos defensas o críticas furibundas en favor o en contra de tal o cual personaje.
Y eso no sólo pasa en Puebla.
Ocurre en todo el país.
La mitad del mundo le mienta la madre a la otra mitad en aras de apoyar o denostar a tal o cual candidato.
El ambiente, sobra decirlo, está enrarecido.
Ahora que Marcelo Ebrard salió a decir cosas brutales sobre el proceso interno de Morena, una horda de odiadores —entre ellos personajes como Noroña y El Chapucero— se le fue encima.
Lo quieren fuera de Morena a como dé lugar.
El Chapucero —You Tuber de la 4T— detesta a Ebrard, y al denostarlo genera un ruido innecesario.
Eso contribuye a una polarización que podría afectar a la hora de las decisiones y la Operación Cicatriz.
Vea el hipócrita lector las lindezas que le dedicó en Twitter antes de que Ebrard dijera lo que dijo:
“Está totalmente desesperado porque nunca despegó. Es una lástima que al final se hayan desbordado de esta manera sus ambiciones políticas. Las amenazas de reventar con MORENA caen horriblemente mal entre el obradorismo. Si se quiere ir a MC, que se vaya, aunque terminará más odiado que Monreal. Nunca se repondrá de esto”.
En Puebla, los bandos están enfrentados por encima de sus jefes.
Por todos lados llueve mierda.
¿Ayudará este encono a la unidad cuando vengan los tiempos de sumar?
Lo dudo mucho.
Los aspirantes a Casa Aguayo tienen en parte la culpa.
Y es que al permitir las descalificaciones de sus equiperos contribuyen al ambiente enrarecido.
Ya se arrepentirán cuando llegue la hora de cobrar las facturas.
Yo, por lo pronto, veo cómo vuelan los sostenes y las pantaletas.
No falta en las redes quien me siga mentando la madre.
Lo sé desde hace tiempo:
Me odian la escoba y el recogedor.
También el plumero y el sacudidor.
Y hasta mis perros, de vez en cuando, suelen ladrarme con ánimo despectivo.