Los domingos comen hostias.
Entre semana, sapos.
Y a veces víbora.
Son los empleados del Yunque que manejan la Coparmex en Puebla.
Todos son del tipo de Fernando Treviño, Herberto Rodríguez y Rubén Furlong: buenos samaritanos cubiertos de hipocresía y servilismo.
Ante sus jefes, se cuadran.
Ante los que menos tienen, se crecen.
El más reciente affaire Coparmex-gobierno del estado lo dice todo.
Son unos buenos para nada que se persignan cada diez minutos después de rezar sus oraciones y evadir el pago de impuestos.
¿Qué han hecho en el tema de la seguridad en Puebla?
Lloriquear.
Y quejarse.
Son hermanos de hostia de Eduardo Rivera Pérez, con quien comparten jefes.
Tiene razón el gobernador Barbosa al exhibir su miseria moral:
“¿Qué nos ha dado la Coparmex? Ni un cubrebocas. Y luego dicen que lo han hecho. ¿Qué nos han dado en esta crisis de salud? ¿Cuándo se han acercado a decirle a la gente, aquí está? Ah, pero eso sí, quieren dar diplomas en un evento. Ése es su gran aporte: dar diplomas. Y me invitan a que yo testimonie la entrega de diplomas. ¡Por favor! ¡Esas estrategias conmigo no funcionan! ¡Yo no soy adorador de la hipocresía!”.
¡Dios, Patria, Yunque! Lupita y Bernie Arrubarrena son los jefes del ayuntamiento de Puebla.
Lalo Rivera, sedicente presidente municipal de Puebla, es sólo el Empleado del Mes del Yunque.
Hace como que manda, pero no se la crea el hipócrita lector.
Su voz de mando es realmente pequeña.
Quien manda en el Palacio de Charlie Hall es el Yunque.
(Los santos barones son conocidos por todos: don José Antonio Quintana, José Antonio Arrubarrena, Jorge Espina, Gerardo Navarro…).
Ellos, pues, dictan las órdenes superiores, Lupita y Bernie las bajan, y el Empleado del Mes hace como que las impone.
Lupita Arrubarrena tiene un poder brutal en la Sindicatura.
Bernie —“bonito” o “quesillo”, según su novia Maru Verdín— también lo tiene en la Secretaría de Administración.
(Él es quien hace las compras del ayuntamiento y quien controla todas las secretarías a través de los directores administrativos que impuso).
Los hermanos, pues, manejan todo.
El Empleado del Mes sólo ve pasar el poder.
No podía ser de otra manera.
***Nota bene: No maneja los asuntos importantes de Palacio.
No maneja el reparto importante de la obra pública.
No maneja su agenda.
¿Qué maneja, pues, Lalo Rivera?
Nada.
Ni su coche.
El Pesebre y las Manos Sucias. Íñigo Ocejo, hijo de Jorge Ocejo, se enriqueció brutalmente la primera vez que Lalo estuvo aparentemente al frente del ayuntamiento de Puebla.
Para ello, torció todo lo que tenía que torcer.
Pero cayó de la gracia de los señores del Yunque.
Hoy, desde su exilio, quiere meter las manos, pero los Arrubarrena tienen el control del peaje.
Y no lo dejarán hacer lo que hizo en esos años.
El negocio es como el pesebre.
No hay que darle patadas ni meterle la mano.
O sí.
Pero sólo que seas del Yunque.
La Guadalupana en el Charlie Hall. Liliana Ortiz de Rivera, esposa del sedicente alcalde de Puebla, suele terminar sus reuniones de trabajo con una oración:
“Que el manto sagrado de la virgen de Guadalupe nos proteja”.
No está mal por tratarse de la Guadalupana —tan amada y respetada por todos los mexicanos—, está mal por tratarse de la esposa del alcalde.
¿En qué basurero del palacio municipal tiraron a Juárez?
¿Dónde queda la laicidad?
En otro tipo de reuniones oficiales, encabezadas por su esposo, también se escuchan estas lindezas:
“Dios mediante (…) Así lo quiera Dios (…) Primero Dios”.
A este paso va a integrar en algún próximo discurso el célebre grito de iniciación:
“¡Dios, patria, Yunque!”.
Seriedad, señores.
El Yunque y Lalo. En los años de don Mariano Piña Olaya había un alto funcionario que tenía una gran cercanía con el gobernador.
Era algo así como su pulso.
Sabía cuando estaba de buen humor y cuando por culpa de la ineficiencia de alguien se enojaba.
En este último caso, solía responder cuando le preguntaban cómo andaba de ánimo el gobernador:
“¡Nalgas a la pared!”.
Cuando semanas atrás fracasó el plan de Lalo de allegarse decenas de millones, por el cobro del alumbrado público, dicen que llegó ante sus jefes del Yunque y preguntó por su estado de ánimo.
La respuesta fue, palabras más, palabras menos, “¡nalgas a la pared!”.
Sobre Liz Vilchis. Me informan que en mi anterior columna no precisé lo siguiente:
Que Liz Vilchis —“Quién es quién en los gazapos”— se divorció de René Sánchez Galindo hace varios meses y que su pareja actual es un cirujano plástico apellidado Mijangos.
Y que Sánchez Galindo ya oficializó su querencia con “Magui”, la mujer denunciada por Yasmín Flores en la trama de espionaje que sufrió cuando fue consejera jurídica del ayuntamiento de Claudia Rivera Vivanco.