Me quedo con el miedo de Marcelo Ebrard en el sentido de que no iría a la unción de Claudia Sheinbaum por el temor de que fuese detenido.
Así lo dijo en la rueda de prensa que ofreció a la mitad de un coctel de incertidumbre con tres aceitunas.
Las dudas matan:
¿Cómo se cocina una unción?
¿Cómo se cuece una ruptura en medio de la noche?
Ebrard está viviendo hoy los tres días, con sus noches, que Churchill enfrentó antes de tomar una decisión crucial: declararle la guerra a la Alemania nazi de Hitler.
¿Qué cañones podrían enfilar contra él?
El escándalo de la línea 12 del Metro, el cártel inmobiliario de Santa Fe y el gran pozo negro de Alex Saab.
Esta última trama tiene que ver con el empresario colombiano —gran operador del chavismo en los últimos años—, señalado por la Casa Blanca como el testaferro de Nicolás Maduro y cuyas puntas, algunas, tocan a personajes ligados al excanciller.
¿Cómo dormirá Ebrard ante la incertidumbre que ya lo galopa?
Es un enigma.
Todo, señores, es un enigma a partir de la tarde lluviosa de este miércoles.
El día en que Ebrard decidió romper con el presidente López Obrador.
Porque no fue con Sheinbaum con quien cortó amarras.
Fue con el mismísimo presidente.
La temible Águila a quien nadie desea enfrentarse en su sano juicio.
López Obrador se irá este jueves a Colombia y a Chile, y Ebrard vivirá un insomnio parecido al de Macbeth antes de matar al rey Duncan.
Nadie quisiese estar en su lugar.
Por eso, hoy, como todo buen aventurero de la política —es el camino que decidió tomar, velará sus armas, enfrentará a sus demonios y caminará por el jardín de los senderos que se bifurcan.
Y sólo hay dos rutas:
El cielo burocrático o el infierno.
Y este último tiene rejas, custodios y calamidades.
Pequeños fragmentos de la Negra Noche del Alma. En los últimos días publiqué tres escenarios de periodismo ficción en los que hubo un tema permanente: la ruptura de Ebrard en la fiesta de Sheinbaum.
He aquí algunos fragmentos delirantes que hoy coinciden con la vida real:
Juan Carlos Natale recibió una llamada la noche del martes 5 de septiembre.
Marcelo Ebrard le pedía que reuniera al equipo compacto en sus oficinas de Paseo de la Reforma.
Su voz sonaba oscura.
En el trayecto al lugar, el excanciller recibió una llamada de Dante Delgado, dirigente de Movimiento Ciudadano.
—Ya me enteré, Marcelo. ¡Te engañaron otra vez!
—¿Crees que yo no lo sabía, Dante? Entré a este proceso sabiéndolo.
—¿Qué sigue ahora? ¿Les vas a hacer el juego aceptando la presidencia del Senado?
—Claro que no. Estoy viendo mis alternativas.
—Aquí tienes al partido para lo que tú quieras. Ya me quiero jubilar. Vente primero de candidato y, si no ganas, te quedas como dirigente del partido.
—Déjame pensarlo. Me llevo a la cama tu propuesta.
—¿Ya hablaste con Andrés?
—Ya me citó en Palacio Nacional. Pero no voy a ir. Tengo una reunión con mi equipo cercano para ver opciones.
Ebrard encontró un mar de caras largas en el salón de juntas de su oficina.
Le pidió a Malú Mícher que hiciera una crónica de lo que vio en la reunión de los representantes de los aspirantes con la dirigencia de Morena.
—Pues, como te dije, jefe, nos dieron a conocer el resultado de las encuestas, pero con detalles farragosos y tediosos que no venían al caso. Lo que buscaban era cansarnos. Citlali Hernández fue quien al final leyó el dictamen de las encuestadoras y la decisión final del Consejo Nacional y de la dirigencia del partido. Cuando dijo que la ganadora era Claudia Sheinbaum, Alfonso Durazo y Mario Delgado voltearon a verme. Parecía que estaban en un funeral. Todos tenían caras largas.
—Como las nuestras —bromeó Ebrard sin sonreír.
Algunos rieron.
La senadora Mícher continuó su relato:
Por supuesto, los representantes de Adán Augusto, Noroña y Velasco casi aplaudieron.
Dijeron que estaban encantados con la decisión. Toño Álvarez Lima dijo que Claudia estaba en la mejor posición de generar diálogo con todos y cumplir los acuerdos marcados por el presidente López Obrador.
En ese momento le dije que cómo era que Claudia ya estaba abriendo las puertas del diálogo cuando los sobres apenas habían sido abiertos. Todos se quisieron justificar y argumentaron mil cosas, pero quedó en el ambiente de que antes que nadie Claudia se había enterado del resultado.
—Son unos cínicos y mentirosos —dijo
Ebrard sin levantar el tono de la voz.
Malú Mícher agregó que por supuesto no había firmado el acuerdo final.
Ebrard narró el diálogo que tuvo con Dante Delgado y les preguntó a sus colaboradores si estaban o no de acuerdo con la ruptura.
La mayoría se manifestó en contra de romper con Morena, pues era equivalente de romper con el presidente.
Ebrard dijo que si jugaba por Movimiento Ciudadano quedaría en tercer lugar en la contienda presidencial con 15 puntos.
—Quince puntos y el partido. Yo sería el dirigente nacional para ganar la elección en 2030 —acotó.
Las voces en contra de la ruptura se multiplicaron.
Todos preferían la negociación que la salida de Morena.
La reunión terminó con la promesa de volver a verse y replantear alternativas.
Al salir rumbo a su casa recibió la llamada de Carlos Loret.
Lo invitaba a su programa de esa noche en Latinus.
—Hoy no puedo, Carlos, pero mañana ahí estaré —prometió.
Su particular le dijo que había recibido nuevas llamadas de Palacio Nacional.
—Diles que no estoy en disposición de ver al presidente. Andrés tiene que saber que no quiero escuchar promesas y justificaciones.
Al llegar a su casa de la colonia Condesa vio un movimiento inusual: miembros del ejército mexicano se movían de aquí para allá hablando por guoquitoquis.
Reconoció a lo lejos a Daniel Asaf, jefe de la Ayudantía del presidente.
Y a unos metros de éste, vio a López Obrador a bordo de un Jetta blanco.
Parecía hablar con alguien por celular.
—¿Qué hacemos, señor? —le preguntó el chofer.