Los primos Scherer —Julio y Hugo— suelen estar como las brujas de Macbeth en las guerras de las sucesiones gubernamentales: predicen, primero, el ascenso al trono, y después provocan la caída.
El presidente López Obrador los tiene medidos.
Al primero, hijo de don Julio, lo llamó “hermano” y lo llevó a la cúspide: la Consejería Jurídica.
Al segundo siempre le tuvo desconfianza.
Desde su envidiable posición, Julio Scherer Ibarra quiso ser más inteligente que el presidente.
Su juego perverso fue leído en Palacio Nacional con gran precisión.
Tras varios gestos de tolerancia, sobrevino su caída.
El aval para la hechura de un libro sobre sus malas artes (“Traición en palacio (el negocio de la justicia en la 4T)”, de Hernán Gómez Bruera) hay que buscarlo en el zócalo de la Ciudad de México.
Antes de ser consejero, pero ya convertido en un hombre muy cercano a López Obrador, Scherer, junto con su primo, buscó a Enrique Cárdenas, exrector de la UDLAP, para venderle la candidatura de Morena a Casa Aguayo en la antesala del proceso electoral de 2018.
Al concluir la trama de la encuestas para definir dicha candidatura, Cárdenas empezó a grabar videos de promoción con el beneplácito y el aval de Julio y Hugo.
Tanta fue la fuerza del mensaje, que don Miguel Barbosa Huerta les creyó y se retiró de la contienda.
Eso duró muy poco tiempo, pues cuando viajaba a Tehuacán con doña Rosario, su esposa, recibió una llamada de Andrés Manuel López Beltrán —Andy— para felicitarlo por la candidatura que acababa de ganar.
Esa trama dejó al descubierto, entre otras cosas, la perversidad de Scherer Ibarra.
¿Qué tuvo que pagar Cárdenas por el favor —frustrado— recibido?
Misterio.
Ya como consejero jurídico, Scherer buscó cometer nuevas trampas de la fe.
En Baja California, apoyó a Arturo González Cruz, alcalde de Tijuana, en demérito de Marina del Pilar Ávila, presidenta municipal de Mexicali.
En Sinaloa, los Scherer se decantaron por Gerardo Vargas Landeros, acérrimo rival de Rubén Rocha Moya.
En ambos casos contrataron empresas a modo —son las que abundan— para generar la percepción de que sus candidatos eran los buenos.
El juego, sin embargo, fue descubierto en la oficina más importante de Palacio Nacional.
¿Resultado?
Los ingenuos clientes de los Scherer perdieron las encuestas de Morena y, en consecuencia, fueron desfalcados por el clan.
Marina del Pilar Ávila y Rubén Rocha rindieron protesta como gobernadores ante el beneplácito del presidente López Obrador.
Hoy, en pleno desempleo, Julio Scherer Ibarra sigue maquinando en contra del presidente: su amigo, su “hermano”.
Y no lo hace gratis.
Varios ceros robustecen su chequera cada vez que encuentra un cliente con la capacidad para creerle.
Los Scherer andan de nuevo muy activos.
Con sus encuestas a modo buscan mover la voluntad presidencial, que es la que se verá expresada en las decisiones del 30 de octubre, cuando surgirán nueve candidatos a ocho gubernaturas y una Jefatura de Gobierno.
Las brujas de Macbeth no han muerto.
Sus cánticos y sus lamentos resuenan por los callejones de la Puebla levítica.