El desastre de la negra noche del domingo pasado en San Lázaro hay que buscarlo, en parte, en el basurero que dejó Mario Delgado, sedicente líder nacional de Morena, en junio de 2021, cuando, junto con Bertha Luján, entre otras, tiraron a la basura a los huéspedes de cincuentaiún curules, mismas que hace unas horas les hubiesen resuelto el dolor de cabeza llamado Frustrada Reforma Eléctrica.
Metido en una arrogancia venida quién sabe dónde, Delgado rompió alianzas claves en las campañas electorales del año pasado, lo que provocó que impusiera a una serie de candidatos francamente vomitivos y, ya se vio, con gran vocación para la derrota.
Cuando llegó a Morena, éste era un movimiento —nunca un partido— con excelentes números.
Y si a eso le sumamos el brutal músculo electoral del presidente López Obrador, mejor todavía.
No había nubes en la ruta hacia junio de 2021.
Éstas surgieron una vez que nuestro personaje levantó el brazo y rindió una protesta enclenque, debilucha, poblada de traiciones.
Ahí empezó a caerse todo.
El resultado fue catastrófico: Morena perdió cincuentaiún curules federales, lo que le quitó la posibilidad de tener, junto con sus aliados, una natural y mágica mayoría calificada.
Este domingo, luego del fracaso legislativo —y de negociaciones— que culminó con el desastre de la Frustrada Reforma Eléctrica, recordé un programa que hicimos —algunos amigos y yo— horas después de las elecciones de junio de 2021.
Ahí, alguien ponderó el “gran triunfo” de Morena, cosa de la que me burlé.
¿En qué se basaba?
En las gubernaturas que Morena había ganado.
Argumenté diciendo que de nada servían las gubernaturas si —como había ocurrido— se perdían curules claves para lograr la mayoría calificada.
(El programa está en los archivos de Las Intimidades Colectivas (en Facebook), y goza de cabal salud y vigencia).
También señalé a Mario Delgado y a sus aliados como los grandes perdedores de las contiendas.
Hace unas horas, por cierto, el abogado y locutor John Ackerman escribió un tuit que coincide con lo aquí narrado.
Vea el hipócrita lector:
“Sí Morena no hubiera perdido más de 50 curules en las elecciones de 2021, ya se hubiera aprobado la Reforma Eléctrica. El principal culpable por la situación actual es Mario Delgado, quien siempre priorizó sus amigos (sic) impresentables sobre las candidaturas ganadoras”.
El diputado Ignacio Mier, líder de la bancada de Morena en San Lázaro, contribuyó a ese desastre al no consumar los acuerdos con los priistas, a quienes hasta el mismísimo presidente López Obrador empezó a ver como potenciales aliados horas después de la multicitada derrota de junio de 2021.
Los priistas, en esos días, no veían nada mal una alianza en el Congreso de los diputados.
Y es que eran los más naturales aliados.
Nacho Mier tenía medio pastel en la mesa.
¿Qué ocurrió?
Una dosis excesiva de seguridad y confianza se impuso a dichos acuerdos, a grado tal que los priistas se sintieron vejados y amenazados.
(No le pones una pistola a tu invitado en plena cena, salvo que seas Michel Corleone).
Este desastre —oh, sí— pudo haberse evitado.
Delgado y Mier —ambos adictos a Marcelo Ebrard en la puja de la candidatura presidencial en 2024— terminaron por hundir el barco.
Este “de profundis” ahoga a varios.
Si México fuese Finlandia, los responsables ya hubiesen presentado sus renuncias.
Pero no lo es.
Ahí tiene usted a Gertz Manero (el jinete sin cabeza), quien todavía se arregla el pelo con su peine de Pepe Pérez peluquero peina con peines Pirámide.