Llama la atención que el opinador profesional Ricardo Raphael ande tan desinformado, siendo como es parte de Proceso.
Y es que mientras en la edición más reciente de la revista el reportero “especializado” en el avispero de la Udlap ya reculó, este personaje persevera en el error.
Me explico.
Mathieu Tourliere pasó de asegurar que el “gobernador Miguel Barbosa” buscaba “apropiarse” el patrimonio de la Fundación Mary Street Jenkins —calculado en 720 millones de dólares— a decir que “el estado de Puebla” podría “recuperar” esos fondos.
El opinador insiste en la primera idea en su más reciente artículo de Proceso.
Le haría muy bien pelotear primero con los reporteros de Proceso —en este caso con Tourliere— para no pasar como despistado o desinformado.
No es lo mismo que un gobernador se apropie de unos fondos a que un estado los recupere.
Hace algún tiempo, una vez que Ricardo Raphael publicó un libro sobre los Mirreyes (2016), exhibí en esta columna varias líneas en las que quedaba claro que su muy original idea sobre el Mirreynato se parecía demasiado a lo que Reporte Índigo, entonces dirigido por Ramón Alberto Garza, había venido publicando desde 2012.
Es decir: ¡cuatro años atrás!
Ahora —hace unos días—, la reportera Nancy Flores, de Contralínea, abrió otro ostión sobre este personaje que escribe y habla desde una autoridad moral de la que carece.
Vea hipócrita lector:
“En el periodismo hay dos máximas: ‘la peor pregunta es la que no se hace’ y ‘no hay pregunta tonta’. Eso lo sabemos los reporteros. Traigo esto a cuento porque un opinador del diario Milenio, defensor permanente del suntuoso gasto del Instituto Nacional Electoral (INE) y de la actuación de sus opulentos consejeros, dedicó un artículo a hacer una crítica sobre mi persona por una de mis participaciones en la conferencia del presidente Andrés Manuel López Obrador. Todo, para decirme que no sé formular preguntas.
“Ese opinador es Ricardo Raphael, quien con su nombre completo –Ricardo Miguel Raphael de la Madrid– figura como proveedor del INE en la base de datos actualizada a enero de 2022. Y como mi trabajo es preguntar, entonces lo conmino a que responda: ¿qué tipo de servicios le provee como ‘periodista’ al INE? ¿Acaso su columna fue parte de los contratos que mantiene con ese organismo autónomo o por qué figura como proveedor?
“Además, según su propio currículum vitae, fue empleado del órgano de espionaje político Cisen (Centro de Investigación y Seguridad Nacional) de 2000 a 2006, años que coinciden con el sexenio de Vicente Fox. Además, en el año 2000 este mismo ‘teórico’ del periodismo fungió como representante del fallido partido político Democracia Social y, en 2003, fue contratado para brindar servicios profesionales en el entonces Instituto Federal Electoral (consta en el acta de la quinta sesión ordinaria del Comité de Adquisiciones, del 23 de mayo de ese año). Es decir, se trata de alguien que lejos de hacer labor reporteril está más que cercano a los presupuestos públicos, incluidos los del organismo electoral. Entonces, ¿con qué calidad moral viene usted a dar clases de periodismo y de cómo preguntarle al presidente sobre el gasto excesivo del INE y los abusos económicos de los consejeros electorales? Y ya que a usted le gusta mucho opinar en vez de investigar, ¿por qué no opina acerca del dispendio que se vive en el Instituto con recursos de un pueblo empobrecido? ¿O de eso no habla por sus intereses?”.
Hasta aquí la larga pero reveladora cita.
El opinador no sólo es un despistado ni un probable plagiario.
También —como lo dice Contralínea— tiene las manitas sucias.
Demasiado sucias.
Sobre el avispero de la Udlap vale la pena una reflexión final:
Tras la renuncia de Armando Ríos Piter a la Rectoría de la universidad se cae otro pretexto más para regresar a clases en el campus.
¿Qué harán Derbez y sus cómplices, titiriteros de la otra rectora?
Ya lo hicieron:
A través de tuits replicados por sus bots ya mandaron decir que no es suficiente.
Y es que quieren que les entreguen el botín completo.
Las verdaderas motivaciones de los huelguistas tienen un tufo que apesta más que el río Atoyac.