Salvo Rafael Moreno Valle, ningún gobernador había jugado un papel tan crucial en una elección como lo hizo Sergio Salomón Céspedes Peregrina.
Su papel en el proceso interno de Morena para elegir candidato a la gubernatura —mismo que ganó el senador Alejandro Armenta— es digno de análisis.
Y todo eso concluyó con la reunión a la que convocó la tarde de este lunes en sus oficinas del CIS.
Ahí estaban todos: los famosos primos enfrentados —el propio senador Armenta y el diputado Ignacio Mier—, Claudia Rivera, Olivia Salomón, Julio Huerta, Rodrigo Abdala y Liz Sánchez.
Los tambores de guerra quedaron atrás, así como una ruptura muy esperada por la oposición.
Y es que del lado albiazul muchos esperaban una escisión que provocará una crisis al interior de Morena.
En el pasado reciente, Manuel Bartlett quiso influir en su sucesión, y envió a José Luis Flores a enfrentar a Melquiades Morales, quien lo derrotó en las primarias priistas de 1998.
Éste a su vez pensó primero en Germán Sierra y en un momento en Moreno Valle para que lo sucedieran, pero Mario Marín lo rebasó por la izquierda con la pequeña ayuda de Roberto Madrazo, a la sazón dirigente nacional del PRI.
El ocaso de Marín —como resultado del affaire Lydia Cacho— selló su destino.
Sin manos, sin piernas, sin voz, impulsó a Javier López Zavala.
Y cuando creía que todo estaba a su favor, sobrevino un hachazo en pleno corazón.
El sistema le envió un mensaje brutal a través de Elba Esther Gordillo y no le quedó otra que caer en la simulación y cancelar los operativos electorales.
Simuló que apoyaba a López Zavala, simuló que estaba de lleno con él y simuló que el triunfo de su hijo político era un hecho consumado.
La operación de Moreno Valle hizo el resto.
Su maquinaria aplastó al marinismo y cambió el rumbo de Puebla.
Seis años después, Moreno Valle se dio un lujo que sus antecesores no habían logrado: dejó a su sucesor —José Antonio Gali Fayad— en Casa Puebla, aunque por un periodo mínimo.
(Un brutal desencuentro entre ambos pulverizó la relación, y el final de esta trama estuvo teñido de hiel, gritos y caras largas).
En 2018, Moreno Valle lo volvió a hacer, y puso como candidata a Martha Ericka Alonso, su esposa, quien sólo gobernó diez días.
La caída del helicóptero en el que viajaban acabó con los sueños de ambos.
En la historia poblana reciente se vio la mano de Andrés Manuel López Obrador, una vez que en dos ocasiones —2018 y 2019— determinó que el candidato fuese Miguel Barbosa Huerta.
Don Miguel tenía otros planes para 2024.
Uno de éstos, el más forjado, tenía que ver con apoyar con todo a Sergio Salomón.
Su súbita muerte cambió el rumbo de Puebla, y Doble S se convirtió en el gobernador sustituto.
(Digamos que el proyecto de sucesión de don Miguel se volvió realidad).
En un contexto diametralmente opuesto, Sergio Salomón enfrentó su propia sucesión a los pocos meses de haber rendido protesta como gobernador.
Apenas se sentó en Casa Aguayo, empezó a aprender rápido, y eso incluyó las reglas no escritas del poder.
A la par de que inició sus giras por todo el estado, mismas a las que no se les ve fin, el gobernador fue oliendo y leyendo la realidad política, así como a los aspirantes a Casa Aguayo.
(Churchill decía que la política se lee, se escudriña y se huele).
A la par de apoyar moralmente a Julio Huerta —por un tema de lealtad que tenía que ver con su propio arribo a la gubernatura—, Sergio Salomón supo descifrar unos tambores de guerra en su contra que lo alertaron.
Y es que en la política se vale todo, menos exponer lo más sagrado: la tranquilidad de uno y los suyos.
Y cuando llegó la hora de opinar, el gobernador lo hizo.
¿Cómo se ganó ese derecho?
Estableciendo relaciones de respeto y lealtad con el presidente López Obrador y con Claudia Sheinbaum, virtual candidata a Palacio Nacional.
Su voz fue escuchada en la antesala de la decisión final.
Pocos gobernadores se pueden poner en el pecho una medalla tan significativa.
Por eso, faltaba menos, la capacidad de poder reunir —este lunes en el CIS— a los siete aspirantes a la candidatura adquiere una relevancia sustantiva.
La batalla más importante de su período gubernamental ha sido ganada con creces.