La única de las sucesiones que está en marcha es la del presidente López Obrador.
Y fue él mismo quien la activó, justo cuando entraba a su tercer año de gobierno.
Es una sucesión adelantada, sí, pero manejada directamente por el presidente que más disfruta el ritual republicano.
Cada paso que da lo hace a la sombra de Juárez, Madero o Cárdenas.
Y eso convierte los gestos en metáforas emblemáticas.
Hoy por hoy, Claudia Sheinbaum es la puntera.
Y lo es, porque así lo ha querido el presidente desde el primer día.
En ese sentido, es ella quien se está preparando para convertirse, en su momento, en la candidata a la Presidencia de la República.
Como lo marca el ritual, ella será quien elija a los diversos candidatos de su coalición a las gubernaturas, el Senado y la Cámara de Diputados.
Pero Claudia Sheinbaum no es AMLO, es Claudia Sheinbaum.
Eso significa que por sí sola no gana.
¿Qué necesita además de la fuerza moral del presidente?
El apoyo de los gobernadores.
En particular de aquéllos que están al frente de los estados más rentables electoralmente hablando.
Puebla es uno de ellos.
Ya se sabe que aquí hay varios adelantados que quieren ganarle tiempo al tiempo.
Uno argumenta que es el candidato del presidente.
Otro cree que puede ser porque está muy posicionado en todo el estado gracias a los recorridos que viene haciendo desde hace tiempo.
Otra más piensa que su cercanía con Claudia Sheinbaum es suficiente como para que ella la elija.
Los tres pierden de vista algo:
La posibilidad de que la actual jefa de gobierno de la Ciudad de México se convierta en presidenta de la República pasa por el tamiz de algunos gobernadores claves.
Uno de ellos es, faltaba menos, el gobernador Barbosa.
¿Qué prefiere la doctora Sheinbaum: ganar la Presidencia o imponer a su candidato en esos estados?
Sin duda, lo primero.
Y para que eso se dé, tendrá que negociar con los gobernadores.
Sin ellos, nada hay seguro.
Pierden el tiempo y sus viáticos quienes no sepan leer esto.
De en balde tanto tiempo en la política.
Una condición básica para andar en éstas carreteras y autopistas es saber leer los mensajes.
Político que no sabe leer a otro político, mejor que se dedique a la cocina.
O a la decoración de interiores.
O a la obra pública.
Leer a los hombres de poder lleva su tiempo.
No es cualquier cosa.
Es como saber leer una película como El Padrino.
(Por cierto: el gobernador Barbosa y doña Rosario, su esposa, son expertos en la saga de Francis Ford Coppola).
Hace unos días, Alejandro Cañedo, secretario de Economía y Turismo del ayuntamiento de Puebla, me envió la liga de un reportaje publicado en The New York Times: El Padrino explicado en siete frases.
(Alejandro y yo también somos adictos a esa saga).
Escritores, directores y críticos de cine hacen análisis pormenorizados e inteligentes de algunas de las frases más emblemáticas.
Al leerlas no pude evitar hacer la analogía con la sucesión del 24.
Dejo algunos fragmentos brutales.
El que sepa leer, que lea.
Quiero que organices una reunión con los jefes de las Cinco Familias.
(Don Corleone en una conversación con Tom Hagen, después de la emboscada de Sonny).
“Cuando hablamos de poder, solemos hablar de quién es más fuerte y quién puede causar destrucción. Pero creo que lo que esa escena muestra muy bien es que el poder también se trata de quién es capaz de decir: ‘Basta’. Quién es lo suficientemente fuerte como para decir: ‘Paremos, hablemos. Estoy dispuesto a perder ahora para que no perdamos todos en el futuro’”. — Tayarisha Poe, directora.
Nada personal, Sonny. Es estrictamente de negocios.
(Michael explicándole a su hermano mayor por qué la venganza tiene sentido).
“El código del viejo mundo para librar las disputas de sangre debería ser superado por un enfoque estadounidense más moderno. La familia debería dejar de lado los pensamientos de venganza y hacer un trato.
“(…) Michael escucha un eco de su debate en las palabras de su enemigo, Sollozzo, quien explica que el golpe a Vito fue ‘una cosa di business’. Michael no discute. Para mostrar hasta qué punto está de acuerdo, le mete una bala en la cabeza a Sollozzo. Nada personal”. — A. O. Scott, coeditor de las críticas de cine en el Times.
‘Luca Brasi duerme con los peces’.
(Clemenza le dice eso a Sonny tras recibir un paquete impactante).
“Estos no son hombres que se dedican a la poesía, aunque a menudo hablan en clave. Sin embargo, esta pequeña escena le da a la muerte de Brasi, llena de mal gusto y con el impacto de sus ojos saltones, una posdata gentil y mitológica. “Como un tritón o un marinero enamorado condenado por el canto de una sirena, el gángster garroteado ahora duerme con los peces. La imagen, presentada como una expresión de Sicilia, se menciona en obras como Moby Dick y la Ilíada, pero eso no es algo que Sonny —heredero de la crueldad de su padre pero no de sus tradiciones— entienda. Por lo tanto, le corresponde a Clemenza interpretar el mensaje con algunas palabras que hacen que la escena del pescado no solo sea una elegía para Brasi, sino para todas las tradiciones europeas que naufragan en medio de la brutalidad de una nueva generación”. —Jessica Kiang, crítica de cine.
‘Le haré una oferta que no podrá rechazar’.
(Don Corleone explicando su método de persuasión, digamos).
“Esa declaración está cargada con el patetismo y la tristeza del lugar de donde vinieron estas personas y lo que están tratando de lograr aquí y lo inalcanzable que es. Esta noción de tipos duros que se abren camino a la fuerza para sentarse en una mesa que no los quiere: inmigrantes que llegan a EE.UU. y luchan para ser escuchados”. — Alex Winter, actor y director.