Hasta el día de hoy la tierra es redonda.
Mañana puede volverse plana o cuadrada.
La política mexicana es igualmente impredecible.
Las sucesiones, peor todavía.
Hace unos días, el presidente López Obrador dibujó cómo quiere que sea la suya.
Empezó hablando de la próxima concentración del 18 de marzo y, en consecuencia, de Lázaro Cárdenas.
Fue entonces cuando pasó a analizar la sucesión de éste.
Dijo que el candidato natural era el compadre del general: Francisco J. Múgica.
“Era un auténtico hombre de izquierda. Un revolucionario”, asentó.
Y aseguró que fue quien pudo haber continuado el legado cardenista.
¿Qué movió la decisión del general Cárdenas?
Al decir del presidente, un ambiente enrarecido por la derecha mexicana luego de la expropiación petrolera, y la aparición de un candidato opositor como Juan Andrew Almazán.
(Existía también el factor militar, una vez que los generales de la revolución no veían con buenos ojos a un radical como Mújica).
La solución que tuvo en sus manos Cárdenas fue elegir como sucesor a un moderado: Manuel Ávila Camacho, el “Cara de bistec”, como le llamaba su hermano Maximino, amigo muy cercano del entonces presidente.
López Obrador dijo que esa decisión torció el rabo del país y que el legado cardenista quedó reducido a los libros de historia.
En efecto: el moderado Ávila Camacho cerró la etapa de los generales revolucionarios y abrió la puerta al México de los licenciados.
Un licenciado unameño doblado de empresario, Miguel Alemán Valdés, terminó por cambiar el rumbo del país antes de saquearlo.
Esta reflexión histórica del presidente hay que verla a la luz de la sucesión que viene.
AMLO busca que su legado continúe.
Eso reduce a dos la terna de los aspirantes: Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López.
En esta trama, Marcelo Ebrard sería el Cara de Bistec.
Es decir: el moderado.
Y éste acabaría, inevitablemente, con el legado de López Obrador.
No en balde es a quien la oposición ve con mejores ojos.
(A Ricardo Monreal también, pero éste es el fantasma de la ópera que va de traspié en traspié).
Sheinbaum es la más confiable del equipo.
(Adán Augusto también, pero los números todavía no le alcanzan).
La Jefa de Gobierno viene con el presidente desde hace décadas.
Es leal, confiable, inteligente, y, por si fuera poco, es la candidata de Andy López Beltrán, el hijo más proclive a la política del presidente.
Es la única que preservaría el legado lopezobradorista, se dice en los corredores de Palacio Nacional.
En otras palabras: es la Francisco J. Mújica de López Obrador.
El Cara de Bistec no es confiable, también se oye en esos corredores.
Hasta hoy, pues, la tierra es redonda.
No hay riesgo de que amanezca plana uno de estos días.
Pero en la política mexicana todo puede suceder.