Cuenta Jorge G. Castañeda, el clásico en el tema de las sucesiones presidenciales, que antes se acostumbraba que el presidente saliente nombrara procurador General de la República.
El fin era claro: evitar sorpresas en la administración entrante.
Lo menos que quería un presidente jubilado era tener que enfrentar la furia judicial de su sucesor.
Es evidente que Carlos Salinas de Gortari olvidó esa tradición, una vez que en febrero de 1995, dos meses después de haber asumido la presidencia, Ernesto Zedillo enderezó una guerra judicial en contra de Raúl Salinas de Gortari, misma que culminó con su aprehensión.
¿Quién era el procurador?
El panista Antonio Lozano Gracia, quien venía de ser socio en el despacho de Diego Fernández de Cevallos.
La embestida incluyó un fiscal errático y enfermo de rencor —Pablo Chapa Bezanilla— y una “bruja” que desenterraba cadáveres equivocados —La Paca.
(Una vez en libertad el hermano del expresidente, Lozano se lo encontró en un restaurante y le ofreció disculpas. Incluso admitió ante él que Zedillo detestaba tanto a quien lo hizo presidente que no dudó en iniciar esa cacería en su contra).
Suena extraño que Carlos Salinas, tan avezado como era, no haya tomado esa precaución a la que sí recurrieron sus antecesores.
El asunto del fiscal lo mencionó Castañeda a propósito de los premios de consolación que habrá en la sucesión del presidente López Obrador.
(Ya hablaremos pronto de las reglas de Morena en los procesos internos de las gubernaturas).
Una primera regla que ya generó polémica es la número 7, misma que tiene que ver con los medios reaccionarios que son enemigos de la 4T.
La prohibición es fulminante.
O casi.
Y es que el Consejo Nacional de Morena planteó que los aspirantes a la candidatura a Palacio Nacional deberán “evitar” acudir a dichos medios.
El primero que no evitó ir al noticiero de Ciro Gómez Leyva en Radio Fórmula fue Marcelo Ebrard.
Y lo hizo al otro día del Consejo.
Y ahí anunció que seguirá yendo a los medios que lo inviten.
Esa audacia ya le ganó una brutal embestida tuitera, además de la que se avecina por cortesía del politburó de Morena, el cual está conformado por los moneros de La Jornada, Pedro Miguel y Epigmenio Ibarra.
Tímidamente, Gerardo Fernández Noroña mostró su inconformidad en este tema en la transmisión que hace en YouTube, aunque hizo un discreto mutis en el momento en que Alfonso Durazo, presidente del Consejo morenista, leyó ese punto.
Ebrard parece no estar dispuesto a aceptar dócilmente las reglas del juego.
No podía ser de otra manera.
Tiene el gen Camacho Solís en su interior.
Esta actitud de Ebrard promete un proceso interno intenso y acalorado.
Si no lo ponen en orden, lo veremos todos los días yendo con Aristegui y Loret de Mola, quienes, en la óptica de Morena, son absolutamente iguales.
Quién lo iba a decir.
Los comisarios stalinistas encabezados por Rafael Barajas, el Fisgón, están viendo con lupa a los amigos de los enemigos.
Al primero que vieron desde hace tiempo es a Ebrard, a quien, como dije la semana pasada, ya le está lloviendo artillería.
La ausencia de debates en este proceso interno es algo que nos quedarán a deber los contendientes.
No se entiende la lógica de no debatir para no golpear al compañero de ruta.
Los debates son necesarios hasta en la vida cotidiana.
No puede explicarse la vida sin éstos.
Sólo los que no debaten tienen vacíos existenciales.
Esta trama de sucesión me parece la más interesante de muchos años.
No había disfrutado tanto el día a día como ahora.
De hecho me recuerda el título de una novela maravillosa de Pierre Louys que llevó al cine Luis Buñuel: La mujer y el pelele.
La sucesión es la mujer.
El candidato, faltaba menos, el pelele.