Los mensajes que dio el gobernador Sergio Salomón durante su reciente informe hay que leerlos con lupa a la luz de una vela.
El más significativo políticamente —además de los que tienen que ver con su primer año de gobierno— fue el relacionado con su propia sucesión.
Al centro del tablero puso a Alejandro Armenta, a quien le dedicó palabras entrañables y reveladoras cuando lo presentó.
Dos cosas resaltó: que son paisanos, y amigos desde hace muchos años.
A Eduardo Rivera, en cambio, lo mencionó de paso y no le puso calificativo alguno.
A Alejandro Armenta lo sentó en el centro de la primera fila, a unos centímetros de los exgobernadores Melquiades Morales y Guillermo Pacheco.
A Eduardo Rivera lo puso en una de las áreas menos saludadas.
Los reflectores fueron para el senador que el 10 de noviembre pasado se convirtió en el candidato a la gubernatura de Puebla.
Desde su ingreso al auditorio Metropolitano, los búfalos se lanzaron a saludarlo.
Eduardo Rivera, en cambio, llegó con sonrisas forzadas, paso de ganso y ausencia de abrazos de caguamo.
Éstos sólo iban dirigidos al virtual candidato de Morena.
El alcalde de Puebla se dedicó a observar desde su asiento la parafernalia que nació y creció en unos segundos en torno del senador.
Y lo que nadie esperaba, sucedió: Tony Gali llegó en su papel de exgobernador para alimentar la suspicacia de que no tendrá otro candidato que no sea Alejandro Armenta.
(El abrazo que se dieron fue poco más que elocuente).
Y aunque viene de su exilio en Woodlands, aún conserva cuadros leales que más allá de limpiarle la cara estarán dispuestos a sumarse al candidato de Morena.
No es cosa menor recordar que Gali fue el último gobernador panista de Puebla, y que hay cuadros suyos que buscan ser candidatos a lo que sea —a través del PAN— en la elección del 4 de junio.
Es decir: introducirá infiltrados en el entorno del virtual candidato del Frente a Casa Aguayo.
A Gali nunca le ha simpatizado Rivera.
Y de eso dio pruebas sobradas en el pasado reciente.
Ese desdén, macerado en las últimas semanas, marcó su raya el jueves pasado.
En otras palabras: el alcalde está medianamente solo.
El PRI y el PRD, compañeros de ruta del PAN en la campaña que viene, le aportan más bien poco.
¿Y qué decir del PSI?
Ese partido veleta sólo busca una posición para la hija del dueño: la senadora Nadia Navarro.
¿Qué es lo que quiere Lupita?
Bailar.
Pero no en cualquier pista.
Busca hacerlo, otra vez, en la del Senado.
¿Tanto vale el PSI para que le den el primer lugar de la fórmula del Frente?
Es claro que no.
Pero fue una de las condiciones para sumarse.
(Ellos dicen que valen cien mil votos).
Si el dueño del PSI obtiene la posición para su hija habrá un agraviado: el PRI.
El final de esta telenovela promete lágrimas, risas y amor.
El único que no ganará en esta ecuación será Eduardo Rivera, quien desde su posición observa un horizonte de caballos flacos.
Sólo tiene enfrente una salida: una guerra de lodo brutal enviada a través de sus medios.
Y aquí sobreviene otro problema.
Y es que dichos medios no piensan hacerse eco de esa guerra en contra del virtual candidato de Morena.
Su idea es “nadar de muertito”.
¿Y cómo nadan los muertitos?
De espaldas, con los ojos cerrados y sin hacer ruido.
Dudo que ese nado pueda ser posible en circunstancias como las que vienen.
La trama que veremos será una temporada de patos y de uno que otro sapo.
¿Y cómo vuelan los patos?
En formación de V.
¿El fin?
Apoyarse mutuamente cortando el viento y rotándose de posición para evitar el cansancio.
¿Y cómo vuelan los sapos?
Los sapos no vuelan.
Saltan y croan.
Y también cantan cerca de los ríos, los lagos y los pantanos.
Croac, croac, croac.