Mario Marín Torres vive en la cárcel de Cancún.
Es un decir.
En realidad habita una especie de oficina con ciertas comodidades.
Tiene un televisor, una laptop, un celular, servicio de internet, un buen colchón y baño privado.
El brutal calor de Cancún no le afecta, una vez que tiene aire acondicionado.
Los demás internos saben de él, pero lo ven poco.
Y es que no convive con ellos.
Recibe visitas, sí, y tiene algunos privilegios.
Por ejemplo: manda traer comida y bebida de los restaurantes, y los custodios le dicen “licenciado”.
La cárcel de Cancún es el infierno para casi todos.
Pero hay reos como él que viven en la zona VIP.
Mario Marín cuenta los días que faltan para marzo de 2023, cuando sus abogados le han dicho alcanzará la libertad.
Marzo es el mes marcado.
El optimismo va a la alza conforme se acerca la fecha.
Lo único que espera es que el escándalo mediático que provoque su eventual salida no le perjudique.
Sabe bien que Lydia Cacho crearía tal revuelo que dicho escándalo podría frustrar su salida.
Sus abogados avanzan con cautela, cuidando hasta el último detalle.
Un conocido suyo, Kamel Nacif, ya resolvió su situación jurídica y se pasea tranquilamente por Estados Unidos, donde vive, y la república mexicana.
Viene a México, sí, pero no a Puebla.
¿Sigue jugando?
A veces.
Ya no con la asiduidad de antes.
Todo esto ocurre mientras Javier López Zavala —secretario de Gobernación de Marín durante el escándalo Lydia Cacho— ha sido trasladado al penal de máxima seguridad conocido como Almoloya.
Ahí habrá de pasar los días en la más absoluta soledad.
Una luz de tlapalería le recordará las 24 horas del día que es un simple mortal.
Y peor aún: un mortal con los signos zodiacales en contra.
Ahí sólo será el preso número 9.
O algo por el estilo.
Nadie le llamará Javier, o Zavala.
Será un número en un mar de números.
Los custodios no hablan con los internos en Almoloya.
El silencio es el reino que conduce a la locura.
Sus movimientos los seguirán varias cámaras las 24 horas del día.
La operación espíritu quebrantado ha dado inicio.
Cosa ominosa es el encierro.
Ufff.
Qué costumbre tan salvaje ésa de encerrar el espíritu.
Terrible.
Bebamos.