Lo que vimos este domingo en las redes sociales refleja muy bien la clase de país que somos.
Un montón de señores de traje y corbata lanzando bolas de lodo en contra del presidente López Obrador y deseando abiertamente su muerte.
O en el menor de los casos: un conflicto de salud.
(Un infarto y una hemiplejia, por ejemplo).
Un montón de señoras de zapatillas de marca deseando —textual— “la muerte del tirano.
Y un montón de parias que, metidos en su papel de comediantes, oraban, técnicamente hablando, para que el presidente muriera ya, de inmediato, sin tregua alguna.
Todos estos son los mismos que se horrorizan de los videos que circulan en los que una adolescente golpea con una herradura oxidada a otra adolescente.
Golpes duros, directos, a la cabeza.
Son aquéllos que se espantan de la violencia en Michoacán o en Tamaulipas, y subrayan con un “no sean ordinarios” las vilezas de la vida pública.
Son, pues —algunos—, los que gobernaron en el pasado reciente y saquearon las arcas.
O generaron negocios brutales a la sombra de las instituciones.
¿Hasta dónde llega el odio a un presidente que ha venido acabando con un modelo de negocios?
¿En qué momento debemos gritar un “¡ya basta!” para que acabe esta película de horror?
Los que no entienden los linchamientos públicos en los pueblos más pobres, ayer hicieron lo mismo:
Lincharon absolutamente, desde la media tarde, a un presidente que anunció que había sido víctima, por tercera vez, de un ataque de covid.
Personajes como López Dóriga, Sergio Sarmiento y otros profesionales de los medios confundieron la información con los deseos.
Y crearon tendencias en las redes con exclusivas nacidas supuestamente de las fuentes confidenciales.
Hacia la medianoche, la guerra continuaba.
Y quienes la alimentaban aportaban muy poco a lo que todos queríamos saber:
¿En qué estado se encontraba la salud del presidente?
Varias cosas quedaron en claro este domingo 23 de abril:
El vacío informativo generó una ola de morbo y bajos deseos.
Las distorsiones montadas en las noticias falsas crearon una sensación de golpe de estado cibernético.
El país que somos, ayer quedó dibujado con pinceles grotescos.
Ya somos todo aquello que juzgamos: somos la adolescente fuera de sí golpeando la cabeza de otra adolescente con una herradura oxidada.
También quedó en claro que ningún otro político de la 4T puede llenar los zapatos del presidente López Obrador.
Y es que ante una eventual y no deseada ausencia, ¿quién detendrá a la jauría que ayer salió a cazar?