Días antes de su muerte, don Miguel Barbosa estaba contento, relajado, técnicamente feliz.
La barrera que parecía infranqueable entre él y el presidente López Obrador empezó a desvanecerse.
Una primera señal fue que su propuesta de realizar una gran marcha en defensa de la 4T fue adoptada por la Presidencia el 27 de noviembre de 2022.
Ahí, en pleno Ángel de la Independencia, López Obrador fue a saludarlo con un gran abrazo.
Una semana después, el propio gobernador encabezó la marcha en la capital poblana.
Los funcionarios del gobierno federal reactivaron su acercamiento con el gobierno del estado.
Nuestro personaje había generado una relación con AMLO sin valerse de la natural adulación, y muy lejos del entreguismo y del “sí, señor presidente”.
Eso generó fricciones, cierto, pero también le ganó un respeto singular.
Por eso las señales que venían de Palacio Nacional le dieron nuevos y renovados ánimos.
A la par de eso, había comentado con sus cercanos que 2023 sería un gran año.
Sus encuentros con Sergio Salomón Céspedes, presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso, iban al alza.
De todos los aspirantes a sucederlo era quien más confianza le generaba.
Sus encuentros eran constantes.
Y qué decir de sus charlas.
En varias ocasiones, el entonces diputado tuvo que irse a media comida o a media cena para encontrarse con el gobernador en Casa Aguayo.
Junto con su esposa Gaby Bonilla, Sergio Salomón era uno de los invitados que no podían faltar a las comidas del fin de semana en diversos restaurantes poblanos.
A don Miguel Barbosa le gustaba ir a La Esencia del Mediterráneo, El Desafuero, Azur, El Pecadito y otros restaurantes más.
Junto con doña Rosario, su esposa, recibía en esas mesas a Javier Pacheco y Araceli Morales, al fiscal Gilberto Higuera y su mujer, y a Gaby y Sergio Salomón.
Largas eran las sobremesas, cargadas siempre de afecto y de muchas anécdotas.
En varias ocasiones, Rosario y Miguel, hijos del matrimonio Barbosa Orozco, acudieron a esas comidas.
Lejos estaban los días en que desde la oficina de la Consejería Jurídica —encabezada por Julio Scherer Ibarra— salían las versiones que publicaría sistemáticamente el columnista Darío Celis acerca de la “inminente salida del gobernador Barbosa”.
Una y otra vez circuló esa especie.
Cosa curiosa: el primero en irse del gobierno fue el propio Scherer.
Después de la marcha de diciembre, el gobernador preparaba sus nuevas estrategias y adelantó que ahora sí se tomaría unos días para descansar.
Había sido un año de lo más intenso.
De pronto, cuando todo pintaba para ir muy bien, las cosas se descompusieron.
Y sobrevino su muerte.
Las horas que le siguieron fueron claves.
Pero de eso hablaré en una siguiente columna.