La soberbia, no la pereza, es la madre de todos los vicios.
La trama ligada a la sucesión en Casa Aguayo peca de soberbia.
La arrogancia de sentirse ganador en encuestas pagadas es un pecado capital, no para la Biblia: para el propio soberbio.
Satanás se creyó superior a Dios.
(No estaba tan equivocado).
Y mandó hacer unas encuestas con su abarrotero de confianza.
(Alguien con el espíritu de don Simón Guindi, que todo anotaba y aceptaba pagos en abonos, allá en Tecamachalco).
El encuestólogo le entregó su estudio a Satanás, quien montó un caballo llamado Furia.
“¡No pago para que yo pierda la encuesta!”, protestó.
En el siguiente ejercicio, Satanás aventajaba por dos o tres puntos a Dios, cosa que lo volvió a enojar.
Y pidió a gritos que la distancia entre uno y otro se incrementara cuando menos a un dígito.
(Al diablo le salió caspa de tanto rascarse la cabeza).
El encuestólogo cumplió los bajos deseos, pero cobró una iguala por cada punto agregado.
Lleno de soberbia, Satanás no sólo no reconoció a Dios como su Señor sino que mandó a publicar la encuesta que ganaba en todos los pasquines del paraíso, el infierno y el purgatorio.
Ahí nació un nuevo pecado capital: el de creerse las encuestas que uno paga.
No conozco un encuestólogo que como don Simón Guindi no le dé satisfacción al cliente.
Layda Sansores, que tiene pacto con el diablo, evidenció un Martes del Jaguar cómo se cocinan las encuestas.
Lo hizo a través de un mensaje de WhatsApp en el que un cliente (Alito Moreno, dirigente del PRI) le ordenaba a un encuestador (tocayo suyo) que le metiera duro a los números para que sus candidatos (del PRI-PAN-PRD) “se empiecen a acercar” (a los de Morena).
El diálogo (que data de 2021) es revelador, pues Alito ordena y su tocayo obedece.
—¡Súbele a éstos, bájale a éstos! —ordena todo el tiempo.
La respuesta del tocayo es obediente:
“La movemos (la encuesta) como tú digas”.
“Muy muy bien, hermano, y ya a finales de este mes, y la próxima que hagas, ya se debe de empatar Campeche, para que en mayo crucemos. Vamos a ganar aquí”, le vuelve a ordenar Alito.
En otro momento se habla de los pagos y las igualas.
Cosa curiosa: la encuestadora del tocayo es una de las más recurrentes en este proceso electoral interno de Morena.
Uno de los aspirantes en particular —otro tocayo— es quien más presume su ventaja en dichas encuestas.
Valdría la pena que, así como en las cajetillas de cigarros se advierte sobre las consecuencias del uso y abuso de ese producto, hubiera una leyenda en las encuestas pagadas —y movidas a modo— que dijera: “Esta encuesta ha sido manipulada por quien la pagó. Su consumo es responsabilidad del idiota que la cree confiable”.