El presidente López Obrador siempre tiene la palabra precisa que resuelve enigmas.
Sin mencionar a Marcelo Ebrard, quien este lunes desoyó al Politburó de Morena en el tema de los medios a los que no hay que aceptarles entrevistas, dijo textualmente:
“Al que ve (el pueblo) queriéndose pasar de listo, le va mal. Le va a perder simpatía”.
Y como el pueblo, además de bueno, es sabio, Ebrard es el primero que está cayendo en desdoro.
(Esto no lo dijo el presidente. Yo soy el traductor).
AMLO sentenció que los aspirantes “tienen que aprender a no menospreciar al pueblo.
El pueblo está muy politizado”.
(¿Cómo dudarlo?).
El mensaje cifrado a Ebrard (quien jamás fue mencionado), concluyó con esta frase admonitoria:
“El que quiera ir con Loret, que vaya”.
Sí se ve a Ebrard yendo con Loret de Mola y con los otros enemigos de la 4T.
Será una ventaja que tenga sobre los demás.
Y eso lo va a posicionar mejor en las muy deficientes y desprestigiadas encuestas.
Ésas que fallaron una vez más en las elecciones del Estado de México.
Una buena mayoría le dio dos dígitos de ventaja a la gobernadora electa que ganó por 8 puntos.
Si de ese tamaño va a ser el error en las encuestas que midan a los aspirantes de Morena, la cosa se va a poner fea.
O no tanto.
Y es que quien leerá las encuestas y las unificará, ante las naturales diferencias de porcentajes, será el Politburó de Morena: Rafael Barajas, “El Fisgón”, y ese otro gran ideólogo: Pedro Miguel, una especie de ángel de la guarda del partido.
Algo hay que dejar en claro: las encuestas no tienen que convencer al público,
(Éste, camuflado en pueblo, está más que convencido).
De lo que se trata es de convencer a Ebrard.
Sólo a él.
(Los otros aspirantes están igualmente convencidos de antemano de que la candidata es Claudia Sheinbaum).
Ebrard es un hombre ducho en las encuestas de Morena.
Las ha sufrido en carne propia.
Recientemente narró cómo perdió en 2012 frente a Andrés Manuel López Obrador.
Y lo hizo de manera irónica.
Por eso es partidario de que en lugar de una batería de diez reactivos haya una sola pregunta:
“¿Quién quieres que sea el candidato?”.
(Pero esa sola pregunta no pasará. Hay un partido que lo impedirá).
Ya se sabe: los partidos son muy desagradables, pero es lo que hay.
Y hasta Lorenzo Meyer, intelectual orgánico de la 4T, dice que todos los partidos del mundo son oligarcas: “élites que se apropian de las maquinarias”.
Y dijo más en el programa “Primer plano”, que se transmite por el canal 11 los lunes por la noche:
“Nunca ha habido en México una legalidad exacta”.
(Bonita forma de explicar que en el país de las ilegalidades apelamos a la legalidad).
Se nos olvida también que estamos siendo testigos de la campaña del eufemismo, una vez que no se va a elegir al candidato sino al coordinador de los Comités de Defensa de la 4T.
En ese sentido, no hay ilegalidad alguna.
Las precampañas no son precampañas, pues de éstas no va a nacer un candidato.
Por eso el INE está tranquilo.
Y los consejeros hasta se desayunarán unos tamalitos de chipilín en Palacio Nacional.
Todo esto, pues, terminará como una novela de Jorge Ibargüengoitia:
“Se oyó primero un golpe sonoro —nalga contra barandal—, después un crujido —el barandal se desprende—, golpe reverberante —barandal contra el piso—, golpe seco —cabezas contra cemento.”
Y, no obstante, noches de San Francisco, amor de cabaré…oh, Carol, él no merece…