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viernes, noviembre 22, 2024

El ventilador de mierda está por encenderse

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La campaña que viene será dura y sucia.

Y no sólo pienso en la presidencial, pienso también en las campañas por las gubernaturas.

El ambiente empieza a oler a rata muerta.

(Esas ratas húmedas, negras, viscosas, de largas colas).

No voy a repetir aquí los clásicos lugares comunes ligados al golf o al box o al toreo.

(Hay plumas de sobra que hacen eso).

La mierda empieza a ser acumulada en las clínicas de odio en que se han convertido los denominados Cuartos de Guerra de los candidatos.

Ahí abundan documentos oficiales, audios, videos, confesiones de examantes, hijos no reconocidos, amigos de la infancia, socios malquerientes, testigos impropios y brujas de lenguas demasiado largas.

La mierda se cataloga de acuerdo a los tiempos de campaña.

Los operadores ya trabajan con ella, y lo hacen con guantes especiales y cubrebocas para no contaminarse.

Es complicado, sí, mover tanta mierda varia.

El riesgo es uno: que los operadores se conviertan en coprófagos, pues terminarán devorando lo que encuentren.

(La coprofagia está ligada a la política inevitablemente).

También están listos los ventiladores.

No hay campaña sin mierda y sin ventilador.

El riesgo en este caso es que el baño de mierda ensucie al equipo que lo lance.

Hay, además, cañones de los que se usan para lanzar papelitos de colores o confeti, o pétalos, o mariposas.

Esos servirán para los tiempos duros que cualquier campaña tiene.

Para los tiempos finales.

Incluso, para el mismo día de los comicios.

No hay campaña sin mierda y sin cañones.

Las campañas que vienen —oh, sí— serán duras y sucias, y malolientes.

No podría ser de otra manera.


La pipitilla también piensa
. Los he visto crecer y multiplicarse en las redes, en particular en Twitter.

Son aquéllos que lanzan indiscriminadamente tuits que nadie lee o nadie retuitea.

Sus “visualizaciones” —si les va bien— llegan a doscientas.

(Ése es su nivel real de influencia).

Todo les mortifica, todo les irrita.

Y publican hasta sus reflexiones más sesudas con una ortografía que confirma que la educación en México es un fracaso que viene de décadas.

Pero en esta clínica de odio que es Twitter caben hasta ellos: los parias, los condenados de la tierra, los influencers.

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