Hay una escuela de periodismo que está más cerca de ‘Huarachito Venceremos’ que de Ryszard Kapuściński.
(Lo único que han leído de éste, es el título de uno de sus libros —no el mejor, por cierto—: “Los cínicos no sirven para este oficio”).
Cierto: Kapuściński dice que para ejercer el periodismo hay que ser un buen hombre, o una buena mujer: buenos seres humanos.
Pero eso no basta.
Hay que tener, antes que nada, una buena prosa: clara, legible, sensata.
He visto a algunos tundeteclas que son buenas personas, pero su gramática los convierte en algo obsceno: depredadores del lenguaje.
Si un reportaje o una columna tiene mala redacción, mala puntuación y mala ortografía, el lector abandonará el esperpento y pasará a tener una pésima impresión de su autor.
He conocido buenas personas que hacen buenas pizzas o buenas quesadillas.
Hay choferes de Úber que son espléndidos seres humanos.
Eso está bien.
El problema empieza cuando pretenden hacer periodismo sin tener las herramientas del lenguaje necesarias.
Kapuściński fue un maravilloso narrador doblado de periodista e historiador.
Su prosa es impecable.
Y era, por lo que dicen, una buena persona.
Sólo un detalle afea su currículo: trabajó como espía para el gobierno comunista polaco.
Es decir: le entregaba reportes policiacos a un comisario stalinista.
¿Qué pasaba con esos ‘reportes’?
Lo que sucede en el mundo real: el Aparato operaba en contra del señalado.
¿Eso hace a Kapuściński una mala persona?
No lo creo.
La única manera de salir de Polonia en los tiempos en que fue ‘oreja’ del régimen comunista era haciendo lo que hacía: espiar al enemigo (y al amigo), teclear el reporte policiaco (delator) y cobrar una mensualidad por ello.
¿Eso era cinismo?
Posiblemente.
En consecuencia: Kapuściński era una buena persona doblada de un particular cinismo.
¿Eso lo descalifica como periodista?
No.
Su obra es brutal, maravillosa, reveladora.
Si quienes sólo han leído el título de ese libro pasaran a leer el contenido, otra cosa sería.
Aprenderían algo que es indispensable para escribir: que leer mucho ayuda a la redacción, a la ortografía, a la sintaxis.
Otro problema del periodismo ‘Huarachito Venceremos’, finalmente, es que sus seguidores se sienten protagonistas de la nota.
—¡No somos amigos! —le dijo recientemente un enjundioso reportero al gobernador Alejandro Armenta cuando, tras responderle una pregunta, le palmeó el hombro y le dijo ‘amigo’.
¿Era necesaria esa respuesta airada?
No lo creo.
Esa actitud infrarrealista —no en el sentido Roberto Bolaño de la palabra— opacó su nota.
Esa pretensión de ser el novio en la boda o el feto en el aborto no abona mucho al buen periodismo.
Tener la audacia de los pendejos a veces ayuda.
Por ejemplo: para cruzar corriendo una avenida poblada de autos o para manejar somnoliento.
Pero no para hacer buen o mediano periodismo.