Una vez publicada la Quinta Exprés del miércoles 5 de abril sobre el perdón otorgado por el diputado Jorge Estefan Chidiac a Arturo Rueda, director del periódico Cambio, se desataron los demonios.
Unos se mostraron indignados.
Otros, los más, creyeron que ese hecho reflejaba dos cosas: que Jorge Estefan, priista de toda la vida, había decidido sumarse al equipo de precampaña del diputado Ignacio Mier Velazco, presidente de la JUCOPO en San Lázaro, y que estaba en la ruta de traicionar al PRI contribuyendo a la conformación del PRIMOR en Puebla.
Esto, hay que decirlo, no es así.
(Hay otros temas delirantes nacidos en el cuajo del periodismo ficción y exportados con fórceps a algunas columnas políticas).
El propio Jorge Estefan ha dejado en claro que ese perdón se dio “en concordancia con el nuevo clima político que vive Puebla”.
Estefan, quien recibió una carta en la que Rueda le ofrece disculpas por agravios cometidos en el pasado reciente, decidió otorgar dicho perdón para estar a la altura del citado “nuevo clima político que vive Puebla”, instalado a partir de que Sergio Salomón Céspedes Peregrina asumió la gubernatura del estado.
Eso significa, entre otras cosas —y en el caso de Estefan—, dejar atrás los rencores y entrar en una ruta de acuerdos.
Arturo Rueda ingresó a prisión el sábado 21 de mayo de 2022.
En un mes con 12 días cumplirá un año.
Estefan es de la idea de no provocar un sufrimiento innecesario.
(Bastante castigo hay en el hecho de ingresar a la cárcel).
En tal sentido hay que ver ese gesto de perdón.
Quienes se empeñen en buscar cuadrar el círculo sólo rectificarán la circunferencia.
Es decir: sólo habrán de perseverar en el error.
No podía ser de otra manera.
Y todo se reduce a una especie de silogismo:
Hay alguien que ofrece disculpas.
Hay alguien que las acepta.
Y más: este alguien otorga el perdón.
Se ve sencillo.
No lo es.