Dickens inicia su “Historia de dos ciudades” con una expresión brutal: “Eran los mejores tiempos, eran los peores tiempos”.
Cada vez que me preguntan cómo me fue este año suelo parafrasearlo: “Ha sido el peor año de mi vida, ha sido el mejor año de mi vida”.
Me explico.
Los chinos dicen a través del I Ching algo que se ha vuelto un lugar común: “Toda crisis es oportunidad”.
Ese libro de sabiduría sobre la mutación y los cambios —que es también un libro de adivinación— ha generado, por una parte, a un montón de farsantes y a unos pocos seres sensatos.
Muy pocos.
La mayoría son farsantes y parias que lucran con el I Ching y con esa frase que, de tanto repetirla, se ha vuelto un lugar común.
Regreso al origen de ésta que es una de mis últimas columnas del 2025.
Este año ha sido el peor, pero el mejor.
El peor, porque mi barca —algunos viajan en Uber— colapsó.
Y lo que empezó mal, está terminando bien.
Y algo mejor: ante los malos tiempos sólo queda una cosa: la reinvención.
Me reinventé, pues.
Un ejemplo: cuando sentía que colapsaba, me puse a escribir como enajenado.
Y escribí, quién lo iba a decir, una novela hecha y derecha.
Una novela larga, sinuosa, surrealista.
No es poco para un año en crisis.
Los astros, hay que decirlo, sólo se alinean si uno está dispuesto a que lo hagan.
Los astros son como la inspiración.
Si el poeta es un paria tendido en una hamaca, la inspiración lo cogerá echado (literalmente).
Pero si el poeta está metido en la hechura de los versos (aunque sean malos), la inspiración lo proveerá de cosas buenas.
Por ejemplo: algunos versos luminosos.
(Que ya es decir).
Quien esto escribe andaba muy de malas al principio del año, pero después (gracias a los decretos del I Ching y a cierta perseverancia) las cosas empezaron a ir mejor.
Ahora que escribo estas líneas sólo puedo decir que la crisis me dio la oportunidad de reinventarme.
Y que esa reinvención trajo cosas buenas.
Por ejemplo: que en mi milpa lloviera café.
Un café modesto, pero generoso: como esos buenos amigos que ayudaron a que la vida siga siendo un lugar apacible, vital y apasionante.
No es gran cosa, pero siempre se agradece que las ilusiones, por muy pocas que sean, no se pierdan en esos arroyos de mierda que cada vez abundan más.
Ya seguiré reflexionando en estos días que son la antesala de mejores días.
¡Vade retro, Satán!


