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viernes, noviembre 22, 2024

El gobernador que cantaba karaoke

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A petición del público, va un pasaje más de mi próxima novela sobre la relación —brutal— Gali-Moreno Valle.

He aquí el capítulo número 9:

(Lomas de Chapultepec, Ciudad de México, 16/12/2017)

Don Rafael Moreno Valle Suárez le pidió a su hijo que invitara a comer al presidente Enrique Peña Nieto en su casa de las Lomas de Chapultepec.

Además del presidente fueron convocados Manuel Velasco, gobernador de Chiapas; José Antonio Gali Fayad, gobernador de Puebla, y Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación.

El buen humor prevaleció durante la comida. Un jabalí cocinado por don Abel, en un criadero del estado de Hidalgo, coronó la mesa de amigos. Atrás habían quedado las disputas electorales. Moreno Valle había conseguido, con base en tesón y buenas relaciones, componer la relación con el presidente. En consecuencia, la caja registradora se abrió para su gobierno en Puebla. Todo lo que pedía se lo daban: obras, inyección de recursos, presupuestos generosos. En reciprocidad, aceptó a todas las empresas enviadas desde Los Pinos: OHL, Higa, Grupo Hermes.

Todos reían eufóricos cada vez que Peña Nieto narraba alguna anécdota picaresca. Rafael y Velasco se llamaban “hermanito” desde años atrás, cuando se conocieron y se hicieron amigos y cómplices. Don Rafael propuso pasar a la biblioteca para tomar los digestivos y fumar los Hoyo de Monterrey que había llevado el presidente. Fue entonces cuando surgió la idea de cantar.

Los meseros acomodaron un karaoke y arrancó la ronda de las canciones. Velasco cantó acompañado por las palmadas y las risas del presidente una canción de Timbiriche y una de RBD: Sálvame, la favorita de Anahí, su prometida. Tony Gali cantó Al final, de Roberto Cantoral, y No soy el aire.

En un momento, don Rafael y Gali salieron a caminar por el jardín de la residencia. Estaban contentos, aunque había ahí una serie de conflictos menores que amenazaban con crecer entre su hijo y él. Pequeñas discusiones sazonaban la relación. Don Rafael le contó una historia inédita, o casi inédita, que pocos conocían:

“Nació con un problema cardíaco. Tuvimos que operarlo a los pocos días de nacido. Fue una operación a corazón abierto. Los médicos le daban pocas posibilidades de vida. Lo cuidábamos al exceso. No queríamos que se fatigara. A los cuatro años hubo una nueva operación. Y así cada cuatro años. Cuando llegó a la mayoría de edad se negó a seguir operándose. Los médicos dijeron que podría morir en cualquier momento. Por eso vive tan intensamente: sabe que el día que vive puede ser el último”.

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