Cuando escuché hablar de la Bonita Sánchez por primera vez, inevitablemente pensé en Jorge Kahwagi: un farsante del boxeo que solamente ha hecho el ridículo en el ring.
Las cosas cambiaron brutalmente este viernes por la noche, cuando la vi peleando contra Simangele “La Leona” Hadebe, una sudafricana de 31 años marcada por el espíritu de Mandela: “La mayor gloria no es caer nunca, sino levantarse siempre”.
Y eso hizo cuando Gaby “La Bonita” Sánchez la mandó a la lona.
Simangele se levantó como una leona joven para seguir peleando.
Parafraseando a Ernesto Cherquis Bialo, el legendario periodista uruguayo que vive en Argentina a sus 84 años: las dos estuvieron a punto de ganar en cualquier momento, las dos se movieron bajo la presión extenuante del cuadrilátero, las dos sufrieron la conmoción y por un momento creyeron estar perdidas, las dos se imaginaron ganadoras, y, por último, las dos ofrecieron la pelea más dramática y vibrante que he visto desde que vi, en 1968, la brutal pelea entre Efrén “El Alacrán” Torres y Chartchai Chionoi.
(Al final de la misma, el tailandés —aunque ganó por nocaut técnico— se hincó y se abrazó de las piernas del Alacrán como símbolo de humildad y de respeto).
Nadie le pegó tanto a Simangele.
Nadie le pegó tanto a La “Bonita” Sánchez.
No fueron golpes instintivos.
Tampoco surgieron de la fatiga o el azar.
Esos golpes, ufff, nacieron del cuajo, del hígado, del corazón.
“En la milésima de segundo que demora un puño en estrellarse contra un blanco, hubo un fundamento técnico”, escribió Cherquis Bialo sobre la histórica pelea entre Sugar Ray Leonard contra Tommy Hearns.
Lo mismo podría decirse de la pelea efectuada en el auditorio GNP, junto al Estadio Cuauhtémoc la noche de este viernes.
*
“Normalmente los boxeadores vienen del infierno, porque no hay médicos ni arquitectos que sean boxeadores”, dijo alguna vez el analista de boxeo Eduardo Lamazón.
“El boxeador es la persona más desarraigada de la sociedad. Es —dice— la gente que ha encontrado muchas puertas cerradas y que, caminando por la vida, luchando por existir, un día encuentra una ventana abierta por donde colarse para tratar de tener una vida mejor.
“Por eso sus vidas son tan apasionantes y son tan dramáticas”.
Si la garra de “La Bonita” la tuvieran los boxeadores mexicanos, otra cosa sería.
México, sí, estaría lleno de campeones.
Desde que arrancó el primer round hasta que terminó la pelea, la también secretaria del Deporte del gobierno de Alejandro Armenta se fajó como las buenas, y no dejó de tirar golpes al cuerpo de Simangele, quien, en un momento, le dio un cabezazo en la ceja a su rival, lo que la hizo sangrar profusamente.
No importó.
La poblana no se achicó.
Al contrario.
Fue tras su presa: una leona joven que tampoco rehuyó el combate.
La pelea de este viernes fue brutal por una razón: ambas fueron magníficas contendientes.
Por eso el triunfo de “La Bonita” es doblemente importante: porque le ganó a una atleta dotada, capaz y entregada: la mejor boxeadora del continente africano.
*
En un libro publicado por Almadía y Proceso (“A puño limpio”. La gran historia del boxeo”), se retoma, entre otras, la historia de Daniel Zaragoza, el campeón mundial de las categorías de peso gallo y super gallo en los ochenta y noventa.
Este fragmento tiene muchos ecos del encuentro del viernes por la noche:
“Hay peleas en las que Daniel Zaragoza no recuerda rounds completos, porque se movía en automático. Durante dos o tres rounds sólo se movía sobre el cuadrilátero por instinto. De repente despertaba y se recuperaba”.
En efecto: la boxeadora sudafricana parecía dormida, por momentos.
Pero no cejaba.
Era una zombie a la que la sostenía de pie el corazón.
Cus D’amato, entrenador de Floyd Paterson, decía que un púgil con auténtico deseo de vencer no puede ser noqueado si ve venir el golpe, porque en tal caso no experimenta ninguna dramática ausencia de comunicación. El golpe puede causarle daño, pero no dejarlo fuera de combate.
Esto ocurrió el viernes: no hubo nocaut porque los centros de transmisión de mensajes de ambas gozaban de cabal salud.
*
Primero estuvieron en un palco.
Luego bajaron a dos filas del ringside.
El gobernador Alejandro Armenta, el exgobernador Sergio Salomón y el alcalde Pepe Chedraui, juntos, sufrieron y gozaron la pelea.
Los tres le iban a “La Bonita”, pero sabían que Simangele era una leona joven con mucha dopamina en el cerebro.
Las fotos los muestran metidos en la angustia.
Sí.
Pero también en el éxtasis.
Sobre todo, cuando por decisión unánime la poblana se impuso a la sudafricana.
¿De qué se conversa en una pelea de box?
¿De política, del clima?
O precisamente de eso: de box.