Otra vez el presidente López Obrador hizo una referencia a uno de sus héroes favoritos para hablar de su propia sucesión: Francisco J. Mújica.
Y lo hizo en un zócalo lleno hasta el tuétano durante la celebración de la expropiación petrolera decretada por el presidente Lázaro Cárdenas en 1938.
El mensaje es claro:
AMLO no va a optar por un candidato moderado —más conservador que mofletudo, como era Manuel Ávila Camacho— sino por uno que lleve el legado lopezobradorista al puerto que desea.
Sólo el ingenuo y gritón Gerardo Fernández Noroña —quien vive una auténtica esquizofrenia de poder— se puso el saco, y aseguró que el presidente se refiere a él al trazar la ruta de la sucesión presidencial en referencia a Mújica.
Su trastorno es tal que en sus videos diarios de YouTube se cree su propio cuento: que el pueblo lo ama —aunque él lo deteste—, y que en consecuencia va a ser el sucesor del “compañero presidente”, como llama a López Obrador con ese gesto ignominioso que termina por definirlo muy bien.
Cuando el presidente habla de Mújica está pensando en Claudia Sheinbaum.
Y sólo un desastre en el gobierno de la Ciudad de México podría tirarla.
Y si eso ocurriese, lo ojos del presidente están puestos en Adán Augusto López, el secretario de Gobernación que hace las veces de dirigente nacional de Morena.
(Una fuente que pidió la gracia del anonimato comentó en una mesa rica en pozole guerrerense que otro buen escenario para Adán Augusto sería la conducción formal de ese partido para coordinar desde ahí la campaña de Sheinbaum. Dicha fuente —generosa y talentosa— tiene, faltaba más, información privilegiada).
Imagine el hipócrita lector este escenario.
Adán Augusto ha logrado convertirse en un secretario de Gobernación extremadamente hábil y sensible.
Su lealtad está con López Obrador, a quien conoce de toda la vida.
Incluso, cuentan, el presidente llegó a vivir a su casa familiar en algún momento de su adolescencia.
Ambos se entienden con la mirada.
No hay otro personaje en el ámbito de Palacio Nacional con esas características.
La eventual campaña de Claudia Sheinbaum coordinada por Adán Augusto garantizaría un triunfo aplastante.
Y en esa trama irían también los gobernadores de Morena —incluso algunos de la oposición—, una vez que el huésped del Palacio de Covián mantiene espléndidas relaciones con estos.
Es temido y respetado, faltaba menos.
Con el aval presidencial, la metáfora del brillante filósofo Isaiah Berlin—“La libertad para los lobos ha significado a menudo la muerte para las ovejas”— tomaría cuerpo durante la campaña.
En efecto: la oposición se ha convertido en un rebaño de ovejas conducido por la derechita cobarde.
No hay ideas en sus pastores.
Hay ocurrencias.
Y todo esto salpicado por los Lozano, los Alazraki, los Aguilar Camín.
Con estos ideólogos de medio pelo, la campaña presidencial será un campo de golf lleno de caddies.