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jueves, diciembre 11, 2025

El estilo de la presidenta Sheinbaum

El estilo de la presidenta Sheinbaum

Toda la historia de la vida de un hombre está en su actitud.

Este aforismo (brutal, poético) es de Julio Torri, uno de los grandes escritores mexicanos, hoy, desgraciadamente, olvidado.

La mínima actitud, quiere decirnos Torri, concentra la vida (toda la vida) de un ser humano.

Si un tipo le da una patada a un perro, ya sabemos delante de quién estamos.

Si otro tipo atropella a un inofensivo animal, las dudas se desvanecen: estamos frente a un paria.

Un descastado.

La presidenta Sheinbaum ha venido moldeando un estilo que genera confianza.

Ese estilo no nació ayer: surgió en la época (1986-87) en la que, puño en alto, defendió la gratuidad de la universidad pública.

(Frente al tristemente célebre rector Carpizo).

Ya en la administración pública (tras graduarse en la facultad de Ciencias), la doctora Sheinbaum rompió los protocolos de una burocracia nacida del bostezo.

Y con esa misma actitud ha venido cruzando la aburrida política mexicana.

Es, hoy por hoy, una presidenta que se conmueve, que sonríe, que se divierte, pero, también, que sabe ser solidario con los caídos.

Es una mujer que ha cruzado los últimos veinticinco años de la burocracia mexicana con un estilo discreto, sensible, auténtico.

Si algo no le gusta, lo dice.

Si algo le complace, también lo dice.

No tiene dobleces.

Y es por eso que sus números en las encuestas (en las reales) son tan buenos.

Este año en el poder presidencial ha sido tormentoso (sobre todo por la vecindad con el presidente Trump), pero ella ha sabido enfrentarlo sin ceder un ápice.

Su estilo, mesurado, discreto, ha servido de mucho en esos momentos complicados.

Y eso la gente sabe agradecerlo.

Este miércoles estuvo en Puebla la misma mujer que desde Palacio Nacional da lecciones de sencillez todos los días.

¿Qué presidente antes que ella tuvo dichos atributos?

No sé.

Cuesta trabajo buscar a alguien así en el álbum presidencial.

Quizás sólo Lázaro Cárdenas, para quien el “modito” de tratar a la gente humilde era tan importante, sea su mejor y más cercana analogía.

Fuera de él, nadie más le llega mínimamente.

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