Hace unos días compartí con el hipócrita lector un capítulo más de la trama Arévalo: este personaje de la picaresca poblana que lo mismo era facturero y constructor que comisionista.
A todo le entraba.
En todo se metía.
La columna más reciente sobre Miguel Ángel —Migue— Arévalo está relacionada con el inacabado Hospital General de Tlaxcala, un proyecto iniciado en diciembre de 2018 con una inversión inicial de 502 millones de pesos, en construcción, y 290 millones en equipo médico.
Los sobrecostos, como lo relaté, terminaron inflando la obra a mil millones de pesos.
Hace unos días, el presidente López Obrador visitó la porqueriza que dejó Arévalo —en tiempos del exgobernador Marco Mena— y horas después anunció que el gobierno federal asumía la operatividad del hospital y lo incorporaría al modelo del IMSS Bienestar para darle atención a la población que aún no tiene seguridad social.
Qué mensaje tan brutal.
Como el lector recordará, dicho proyecto empezó como la obra del sexenio yterminó como el fracaso de la década.
Migue Arévalo fue llamado a la Tlaxcala de Marco Mena gracias a la influencia de voces poblanas para que su constructora Melare —una de las muchas que tiene— se encargara de levantar el Hospital General que sustituyera al vetusto nosocomio “Doctor Miguel Lima Ramírez”.
Pero los meses pasaron, y el gran proyecto terminó convertido en un oneroso elefante blanco.
A finales del año pasado, la gobernadora Lorena Cuéllar fue muy enfática al asegurar que la construcción del hospital “se encuentra en condiciones deplorables y no hay dinero para atender su equipamiento”.
Un dictamen técnico —al que quien esto escribe tuvo acceso— es brutalmente elocuente:
“El diseño del hospital tiene espacios circulares que generan ineficiencias en su uso. Por ejemplo: el acceso a urgencias, que, para el acceso peatonal, implica varios metros de recorrido.
“El proyecto original no consideró espacios exteriores (que, además, no fueron financiados por el entonces Seguro Popular) como el estacionamiento, lo que requirió una inversión adicional por parte del estado. Dicho estacionamiento no cumple con el número de cajones requeridos para un hospital de ese tamaño.
“Otro aspecto importante es el que se refiere al desnivel del terreno, pues en la parte baja se tuvo que invertir en un muro de contención de varios metros de altura, y en la parte alta se tiene un muro que es insuficiente para contener el material en la zona del tanque de agua, ocasionando una gran cantidad de tierra en la parte posterior del hospital”.
El proyecto era ambicioso.
Y es que el hospital general tendría capacidad para 90 camas, y concentraría en uno de sus cuatro edificios especialidades como oftalmología, urología, odontopediatría, displasias, cirugía maxilofacial, audiología, cirugía plástica, psicología, nefrología, pediatría, terapia del lenguaje, nutrición, ginecología y obstetricia.
Ufff.
El sueño de todo habitante.
El boletín de prensa, reproducido por la prensa local, decía lindezas como ésta: “cada espacio, área y consultorio están siendo construidos con materiales y sistemas de vanguardia y tecnológicos que lo convertirán en un inmueble amplio, digno, moderno y funcional que brindará servicios de calidad a los tlaxcaltecas”.
Mena juraba que en enero de 2020 sería inaugurado.
Los meses pasaron.
Cuando despertó, el elefante blanco seguía ahí.
La realidad fue otra.
Así exhibió la onerosa e inacabada obra la gobernadora Lorena Cuéllar en noviembre de 2021:
“La construcción del hospital está en condiciones deplorables, con graves problemas de planeación, lo cual no permitirá su funcionamiento este año, y muy probablemente tampoco el próximo año, ya que tenemos todavía el inconveniente de la falta de equipamiento y son muchos millones de pesos que faltan para concluir el hospital general”.
Ya hay denuncias abiertas en contra de Melare y otra constructora.
Y eran muchos los llamados para que Migue Arévalo respondiera con la garantía de ley.
Pero fue inútil.
El facturero andaba muy ocupado jugando golf con su papá, viajando por el mundo, viviendo su extraordinary life y haciendo negocios en Querétaro, que es donde ahora reside.
Gracias al programa de federalización de la salud, impulsada por el presidente López Obrador, el elefante blanco será rescatado del abandono y puesto a funcionar.