Vi la entrevista que Denise Maerker le hizo al fiscal Alejandro Gertz Manero la noche del miércoles en el Canal 2 (o Las Estrellas).
(El canal 2 siempre será el 2 pese a la mercadotecnia de Televisa).
Fueron trece minutos de conversación, lo que constituye una generosidad de Emilio Azcárraga Jean y Bernardo Gómez.
No fue una entrevista difícil, aunque había todos los elementos para hacerla.
Salvo dos preguntas complicadas, el fiscal nadó en aguas tranquilas.
Nadó, pues, los cuatro estilos básicos de la natación: braza, crol, espalda y mariposa.
De entrada, la periodista le preguntó sobre el espionaje telefónico del que fue objeto.
¿Ésa era la pregunta?
¿En serio?
¿No era más importante preguntarle sobre el contenido de la conversación que el fiscal tuvo con su subalterno favorito, misma en la que aparecen todo tipo de lindezas acerca de la familia que ha estado siendo acosada y perseguida?
No.
Denise Maerker —o los amigos que tiene en Televisa el licenciado Gertz— consideró que lo importante era saber quién podía grabar a unos de los hombres más poderosos del país.
A lo largo de sus respuestas aparecieron varios temas brutales:
El fiscal a veces es un ciudadano común y corriente.
(Así lo dijo).
El fiscal habla por teléfono con los ministros —incluyendo a Zaldívar, el presidente de la Corte— como lo puede hacer la contraparte, a quienes el ministro presidente ha ignorado olímpicamente.
El ciudadano Gertz está actuando sin utilizar el aparato de la Fiscalía General de la República, pese a que en la grabación se escucha lo contrario.
El ciudadano Gertz se vuelve nuevamente fiscal cuando entra a las instalaciones de la Fiscalía.
El lunes pasado, por cierto, horas después de que el escándalo de los audios había sido escuchado por millones, Gertz Manero fue a la Corte.
Muchos lo vieron entrar y lo vieron salir.
¿En calidad de qué fue: de fiscal o de ciudadano?
Si fue como fiscal, ¿qué fue a decirles a los ministros?
Si fue como ciudadano, ¿por qué abordó la poderosa camioneta del fiscal y por qué iban las numerosas escoltas que suelen acompañarlo?
El ciudadano Gertz debió haber abordado un Uber para llegar a la Corte y debió solicitar una cita para los ministros.
No lo hizo así porque el ciudadano Gertz no deja de ser el fiscal Gertz ni cuando duerme ni cuando se baña.
Lo más interesante de la entrevista fue cuando, sin mencionarlo de nombre, el fiscal dijo que Julio Scherer Ibarra, exconsejero jurídico del gobierno del presidente López Obrador, era quien lo había grabado y quien había difundido por todos lados la conversación telefónica que tuvo con Juan Ramos, su subalterno favorito.
En pocas palabras dijo que Scherer lo hizo porque estaba muy preocupado de aparecer —directa e indirectamente— en la carpeta de investigación en la que están implicados cuatro abogados cercanos a él.
A saber: Juan Araujo y otros tres.
¡Ah, qué ciudadano Gertz!
Hasta parece fiscal cuando no lo es.
La Violencia y la Carroña. Es muy fácil culpar a un presidente como López Obrador de la violencia que se ha generado, por ejemplo, en Michoacán.
Sus odiadores han encontrado la cantaleta de siempre para señalarlo.
El guión es el mismo.
La pobreza y la violencia no nacen por generación espontánea.
Según estudios serios, los que serán pobres en treinta años están naciendo hoy.
La violencia se mueve igual.
Los asesinos del futuro están naciendo hoy.
Por primera vez coincido en algo con Epigmenio Ibarra, quien le dijo a Ciro Gómez Leyva que la violencia que vemos, por ejemplo, en Michoacán forma parte de la descomposición social que hay en el país desde hace varios sexenios.
El país está roto por dentro.
¿Quiénes lo quebraron?
Los mismos que dicen todos los días que si López Obrador no puede, renuncie.
El caso de Atlixco es similar.
El narcomenudeo y las ejecuciones no nacieron ahí.
Lo que han buscado los presuntos implicados fue hacerse de la plaza.
La respuesta de las autoridades va en el sentido de dar certezas.
Las investigaciones están en marcha.
Ya hay datos sobre el origen de esa violencia.
En esta lucha están metidos el gobernador Miguel Barbosa Huerta, el fiscal Gilberto Higuera y Ariadna Ayala, presidenta municipal de Atlixco.
Para los odiadores las razones no cuentan.
Aplauden la sangre para satisfacer la vulgaridad de sus bajos deseos.
Ya lo sabemos: están como el país que dejaron: están rotos por dentro.