Todo lo que dice o hace el gobernador Alejandro Armenta lo ven con lupa algunas voces locales y nacionales.
Es natural.
Su irrupción en el ámbito político, que viene de años atrás, no gusta a muchos.
Todo empezó, sin duda, cuando buscó por la libre —al margen de la línea en favor del senador Higinio Martínez— la presidencia de la Mesa Directiva de la Cámara Alta.
De buena fuente, sabemos que Adán Augusto López, primer secretario de Gobernación del presidente López Obrador, habló con él para disuadirlo.
Lo mismo hicieron Gabriel García y otros.
Pero el senador Armenta no se alineó, y desde la zona de la audacia buscó la posición, abiertamente.
Había dos sopas: perder ante el candidato oficial —y, en consecuencia, irse al ostracismo de la bancada de Morena— o ganar —y demostrar que algo mejor que la línea, siempre será la independencia.
El 31 de agosto de 2022, cuando el Senado se volvió un campo de batalla, quien esto escribe habló de ese desafío que terminó en victoria.
Más adelante, ya sentado en el escaño más alto del Senado, evidenció a la ministra presidenta de la Corte, Norma Piña, al exhibir un chat —inédito en la forma y en el fondo— en el que ésta le envió mensajes intimidantes y amenazantes.
En una carta posterior, la ministra reconoció que la vía utilizada no fue la mejor.
El tema llegó a la Mañanera: cancha favorita del ahora expresidente López Obrador.
Desde esa misma zona —la de la audacia—, buscó la candidatura a la gubernatura por Morena.
Y volvió a desafiar líneas, ortodoxias, clanes y grupos de poder.
Uno, sobre todo: el de Adán Augusto López.
Entendió el mensaje del Consejo Político Estatal de su partido cuando lo dejaron fuera de la contienda en la sesión realizada el 30 de septiembre de 2023.
Una vez reintegrado a la carrera por el CEN de Morena, siguió desafiando a sus contendientes —uno en particular: Ignacio Mier— y a los padrinos de éstos.
Tras ganar el 10 de noviembre la candidatura a la gubernatura, ratificó en su biografía que el nombre del juego es la audacia.
Regreso al presente.
Todo lo que hace o dice el gobernador es visto con lupa por voces locales y nacionales.
Y cada vez que algo se sale de lo políticamente correcto, esos personajes creen que incendian la pradera.
Entre esas voces hay exjefes de Prensa, operadores de Imagen y periodistas en busca de ‘interlocución’.
(Interlocución igual a convenio).
Uno de ellos, por cierto, fue consultor de medios —del 2011 al 2014— de un alcalde panista.
Su labor era asesorarlo a él y a su gabinete para evitar que la prensa los metiera en una dinámica que terminara por vulnerarlos.
La receta clave era el equivalente antiguo del “tengo otros datos”.
Es decir: evadir hasta el cansancio, darles la vuelta a las preguntas críticas y marginar al reportero incómodo.
En conclusión: todo de lo que hoy se quejan.
“Censura”, le llaman.
Tendrá que acostumbrarse el gobernador Armenta a esas lupas y a esa auditoría cotidiana.
Es el riesgo del poder.
Pero algo también es cierto: el ruido que le hacen ha empezado a posicionarlo entre los gobernadores más conocidos.
Y es que la propaganda negativa tiene siempre mayor efecto que la positiva.
(López Obrador es un buen ejemplo).
Y ahí están los números para demostrarlo.