El presidente López Obrador y Claudia Sheinbaum están en un momento culminante de sus vidas políticas.
Él, generoso, le entregó el bastón de mando de un movimiento que no termina por volverse partido, y que, en consecuencia, tiene la anarquía de los movimientos.
(La institucionalidad de los partidos políticos no ha llegado todavía a Morena).
Ella, por su parte, recibió con el bastón de mando una manzana envenenada.
Y tiene dos opciones.
O la muerde (y muere políticamente) o la guarda en el cajón de los recuerdos.
Hacer tan visible que ella tomará absolutamente todas las decisiones de aquí en adelante (lo que incluye candidaturas a las nueve gubernaturas en juego) la mete en una casa embrujada: una Casa Usher en la que ella es el joven caballero invitado al caserón de un amigo de la infancia vinculado a una enfermedad nerviosa de confusa etiología.
La trama del poder no es una novela rosa.
Al contrario.
Dejar el poder absoluto en manos de otra persona —así sea la más querida de todas— tiene sus consecuencias.
Quien cede el poder no está del todo preparado para ello.
Es como el que acepta en su casa a una muy querida roomie.
A su llegada le dirá: “Estás en tu casa”.
Los problemas empezarán cuando ella organiza la primera fiesta y mete a la que ya considera su casa a personajes indeseables.
Es el caso de Omar García Harfuch, extitular de Seguridad Pública del gobierno de la Ciudad de México.
El presidente no ve nada bien a quien desde ya es un virtual precandidato a la Jefatura de Gobierno.
No obstante, Sheinbaum lo tiene en el primer círculo de confianza.
Y eso tendrá su peso a la hora de las decisiones.
Ese primer acto basado en el bastón de mando no ha de haber caído del todo bien en la habitación que ocupa el presidente López Obrador en Chile.
Pero el presidente no dirá nada.
Para eso le dio el bastón de mando: para que ella encabece el movimiento de la 4T.
No dirá nada si empieza a sembrar candidatos en los diversos cargos en disputa.
Guardará silencio.
Si acaso, murmurará algo.
No dirá nada cuando a su buzón de quejas empiecen a llegar los señalamientos de los amigos agraviados.
(En el tema de la Ciudad de México ya hay dos: Clara Brugada y Rosa Icela Rodríguez).
El problema surgirá cuando desde Palacio Nacional el cúmulo de afrentas haya crecido desmesuradamente.
El bastón de mando tiene su encanto.
Claro que lo tiene.
Pero hay que administrarlo.
Salvo que el presidente López Obrador esté hecho de una madera desconocida hasta el momento, es incomprensible que, siendo dueño de un poder otorgado en las urnas, renuncie a la parte política sin que haya consecuencias.
La historia del poder en México es una novela negra en la que los personajes terminan brutalmente mal.
Los ejemplos abundan.
Cómo olvidar la frase de Daniel Cosío Villegas relacionada con el poder del que se va y el poder del que llega.
De hecho, escribe que una vez que aparece el candidato, el presidente empieza a perder el poder paulatinamente.
Al entregar el bastón de mando, López Obrador es consciente de eso.
En consecuencia, no debería asombrarnos la actuación de Claudia Sheinbaum.
Pero eso está en los libros o en los manuales, no en la vida real.
La roomie puede comerse las fresas una mañana, pero no todas las mañanas.
Puede hacer una fiesta de vez en cuando, y tomar los vinos de la cava, pero no de manera cotidiana.
La furia de Díaz Ordaz con Echeverría estalló cuando en la Universidad Nicolaita de Morelia, Michoacán, el ya candidato presidencial guardó un minuto de silencio en memoria de los estudiantes muertos en Tlatelolco, cosa que agravió al huésped de Palacio Nacional.
Ahí empezó a romperse primero el diálogo y finalmente la relación entre ambos.
Siempre hay un antes y un después en esta frágil relación que hoy están viviendo el presidente y la candidata.
En algún momento, es inevitable, se producirá el divorcio.
O no.
Y eso volverá locos a los biógrafos del poder que no sabrán explicarse una trama inédita en la historia de la autoritaria política mexicana.
Entrevista con Nacho Mier (Menú de la segunda y última parte). Vea el hipócrita lector los temas que vendrán en la conversación que el aspirante a Casa Aguayo sostuvo con quien esto escribe:
El diputado Ignacio Mier Velazco hace números y llega a la conclusión de que el factor Marcelo Ebrard podría dañar la composición del bloque morenista en la siguiente legislatura.
Vuelve a plantear que es importante no lastimar a quien fue compañero de ruta del presidente López Obrador desde antes de la fundación del movimiento de la 4T.
Dice también que nunca aspiró a ser el gobernador sustituto tras la muerte de Miguel Barbosa Huerta.
Asimismo, jura que está enterado de dónde viene la guerra sucia en su contra.
Entre risas asegura que entre los promotores de la misma hay cuando menos dos personajes.
Por último, dice que está entercado por Puebla y que los encargos que le ha hecho el presidente López Obrador han sido muchos.