Una Fiscalía de Justicia lenta, tortuosa, errática, suele acompañar gobiernos de ese estilo.
Un ejemplo: el estado de Morelos.
Un gobernador lento, tortuoso, errático, como Cuauhtémoc Blanco, tiene en el fiscal de Justicia, Uriel Carmona, su clon y su sino.
Uno no quiere al otro y argumenta que cuando llegó al poder no pudo echarlo de la Fiscalía.
No es creíble.
La fuerza de un gobernador puede eso y más.
Varias otras cosas los unen:
Son misóginos, machos e ignorantes.
Y suelen acompañar sus exabruptos de valentonadas.
Cuando Claudia Sheinbaum, Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, señaló que el fiscal había encubierto al presunto asesino de Ariadna Fernanda López, se encendieron luces inéditas en la vida pública de este país.
La prontitud para resolver un caso tan delicado mereció aplausos que la doctora Sheinbaum compartió con Ernestina Godoy, su fiscal, y Omar García Harfuch, su secretario de Seguridad Pública.
Hasta aquí todo se desenvolvía dentro de los parámetros mexicanos de lo normal.
Lo insólito vino cuando la Jefa de Gobierno señaló abiertamente al fiscal de Morelos.
Y lo hizo con una certeza inapelable que deja ver que hay elementos suficientes para demostrar un contubernio entre el presunto asesino y el multicitado fiscal.
En otras palabras:
Uriel Carmona buscó cubrirle la espalda a Rautel N.
(Más tarde, en el noticiero televisivo de Denise Maerker, Ernestina Godoy aportó nuevas claves: el presunto es empresario y hace negocios en el estado de Morelos y en el Puerto de Acapulco).
No es gratuito, pues, que los cómplices del asesino hayan llevado el cuerpo sin vida de Ariadna a la autopista La Pera-Cuautla.
Estaban en zona amiga.
Por eso el fiscal se apresuró a decir que la chica había muerto por exceso de alcohol.
Faltaba más.
Para eso sirven los amigos en el poder: para desacreditar lo que ensucie.
No contaron con que la Fiscalía de la Ciudad de México atraería el caso y descubriría todo.
Menos aún que la propia Sheinbaum señalaría abiertamente los oscuros nexos del fiscal con el tristemente célebre Rautel.
Sin pretenderlo, la Jefa de Gobierno acaba de dar un golpe brutal que genera confianza en quienes ya no creen en la justicia.
Y fue en cosa de días.
Sus duras declaraciones hablan de alguien que sí quiere cambiar las cosas.
No le importó —y qué bueno— manchar la cara muy sucia del gobernador de Morelos.
No le importó —y es de celebrarse— señalar a un fiscal de Justicia de un estado soberano.
Qué bueno que ante estos casos tan sensibles, lo políticamente correcto se vaya al tambo de basura.
Ladran en las redes quienes se inconforman de todo.
He leído reproches tan estúpidos como éste:
“Claudia Sheinbaum lucra con las víctimas para torcer la justicia. Hay mucha diferencia entre buscar la verdad y plagiarla a modo”.
No entienden que no entienden, diría el clásico.
La duda mata:
¿En cuántos otros casos aberrantes estará metido el fiscal de Morelos?
¿A cuántos amigos o clientes suyos ha ayudado en temas similares?
De por sí Morelos se halla en una situación crítica.
Tras el valiente señalamiento de la Jefa de Gobierno, las cosas se han puesto aún más delicadas.
Nota Bene. Por cierto:
Cuauhtémoc Blanco vino a apoyar a Ignacio Mier recientemente en sus afanes políticos.
Y en su infinito sioux, dijo que merecía ser gobernador y que tenía su apoyo.
¿Cómo verá el diputado Mier esta oscura trama desde su Chichiquila mental?