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miércoles, noviembre 5, 2025

El acoso sexual y los marranos de siempre

El acoso sexual y los marranos de siempre

Un paria se acerca a la presidenta Claudia Sheinbaum, quien saluda y se toma selfies con quienes se encuentra a su paso.

La escena transcurre en las calles aledañas a Palacio Nacional.

Todo es inédito: tanto la caminata —sin los tradicionales guaruras de otras épocas— de la doctora Sheinbaum como el hombre que, en evidente estado de ebriedad, va avanzando hacia ella.

La mirada del tipo es turbia.

Una señora con una cámara en la mano lo observa por un momento, pero no dice nada.

El paria, pues, se acerca a la presidenta y la abraza.

Y luego se excede en esa acción que refleja una cultura de impunidad.

El jefe de seguridad aparece y lo hace a un lado.

La misma presidenta muestra su incomodidad ante ese hecho inédito.

¿Qué pensaba el paria al acercarse de esa manera a la presidenta?

La respuesta habría que encontrarla en la citada cultura de la impunidad que atraviesa los genes del clásico macho mexicano.

Imaginemos al paria en una estación del Metro.

Imaginemos su impunidad galopante que lo blinda ante cualquier autoridad.

El tipo actúa así porque esa actitud de acoso habita en las instrucciones genéticas de una molécula denominada Ácido Desoxirribonucleico (ADN).

Es decir: todo en él (su adenina, su timina, su citosina y su guanina) forman las bases químicas de su información hereditaria.

La bestia que lleva dentro, pues, no había sido frenada.

Cuando menos hasta este martes.

Su acción ya lo llevó a prisión, pues en la Ciudad de México el acoso sexual es un delito del orden penal.

Gracias a que la presidenta presentó una querella, esta cultura de la impunidad tendrá un freno.

Lloverán denuncias en el futuro cercano en todos los ámbitos.

Y es que hay una cantidad brutal de mujeres que sufren ese tipo de acoso por sus superiores jerárquicos sin que haya consecuencias serias.

La visibilización de esa conducta aberrante cambiará, por fortuna, la cultura de la impunidad.

Donde las cosas siguen iguales es en las redes sociales y en cierto tipo de periodismo.

Este martes fuimos testigos de todo tipo de excesos en un coctel que combinó el morbo, la vulgaridad y el sexismo.

Los autores de esa ruindad también son habitados por el monstruo que vive dentro del paria que se sentía impune.

¡Qué puercos, qué marranos, qué cochinos!

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