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viernes, noviembre 22, 2024

Efectos nocivos de la masturbación electoral

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Las encuestas mexicanas se parecen mucho a las españolas: no dan una.

Hacen propaganda todo el tiempo.

Así como debajo de cada anuncio de Sabritas leemos que hay que comer frutas y verduras, alguien debería colocar un letrero junto a las encuestas en este sentido: “Consume información real. Esto que ves es mera propaganda”.

Las elecciones españolas del 23 de julio están plagadas de encuestas hechizas.

El gobierno de Pedro Sánchez hace las suyas propias.

Y hasta en ellas asegura que el presidente de gobierno mantiene un empate técnico con quien en realidad va arriba: Alberto Núñez Feijóo.

Las recientes elecciones autonómicas y municipales en España dejaron evidenciadas otras vez a las casas encuestadoras.

Juraron que el PSOE ganaría, y terminó perdiendo ante el PP y el sombrío VOX.

España regresó al franquismo en un solo día.

En México, las cosas las masca la misma iguana.

Llevamos años viendo cómo se equivocan las encuestadoras.

El ejemplo más reciente de esto lo vimos en las elecciones del Estado de México, donde Delfina Gómez, de Morena, le ganó al PRIAN por la mitad de puntos que vaticinaban los Roy Campos y Anexas: 8.

Algo es claro: quien paga las encuestas siempre queda en primer lugar.

¡Faltaba menos!

El que paga, manda.

Recuerdo que en tiempos de Mario Marín —tan olvidado por sus compadres y beneficiarios— las ventajas se ordenaban desde Casa Puebla.

“A Zavala ponlo 20 puntos arriba de Moreno Valle. No. 25, mejor”, les decían a los encuestadores.

Y éstos cumplían la orden.

El día de la elección terminamos la noche con 12 puntos de ventaja, pero de Moreno Valle sobre López Zavala.

No está mal que los candidatos se masturben con sus encuestas, pero háganlo en privado.

Lejos de hacerlo, generan más propaganda a través de columnistas, matraqueros y hasta confiteros, quienes también son expertos en lanzar confeti.

¿Qué ganan los que practican este ejercicio onanista?

Nada.

Pero hacen propaganda.

Y con esta propaganda invaden nuestra intimidad hasta en los restaurantes.

Y es que no falta el comensal distraído que a la menor oportunidad nos saluda —aletazo de caguamo incluido— con la novedad de que el licenciado Fojaco ya le va ganando al licencia Popocatl por ocho puntos.

En los años sesenta y setenta, los papás asustaban a sus hijos adolescentes con la leyenda de que a los masturbadores les salían pelos en las palmas de las manos.

Me ha pasado que cuando saludo de mano al integrante de alguna campaña —a algún matraquero, pues—, sus pelitos me provocan cierto, extraño, cosquilleo.

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