Vito Corleone traía en la bolsa a políticos y jueces corruptos.
En una reunión de las Cinco Familia, Tattaglia le reprochó que no quisiera compartir a esos personajes.
¿Qué pretendían él y, sobre todo, Barzini?
Que su reluciente nuevo negocio —el narcotráfico— fuese protegido por esos políticos y jueces corruptos.
Si Tattaglia y, sobre todo, Barzini hubiesen viajado a México, los bolsillos se les hubiesen llenado de esos políticos y jueces corruptos.
Y habrían tenido también el apoyo de algunos ministros, muchos magistrados, fiscales, jefes de la policía y notarios.
Pero se quedaron en Nueva York y perseveraron tanto en hurgar en los bolsillos de Vito Corleone que terminaron siendo masacrados por Michael: el heredero del imperio.
En esta lista de personajes que lucran falsificando documentos habría que incluir a funcionarios del Registro Civil de Puebla en los años decadentes del marinismo.
Vea el hipócrita lector esta historia de la vida real en la que abundaré próximamente:
El padre de la señora Menéndez falleció en 1986.
Los funerales fueron naturalmente tristes y llenos de emoción.
Veintitrés años después —en 2009—, el señor Menéndez revivió y acudió al Registro Civil de Puebla para cambiarse la edad y, de paso, la nacionalidad.
Pese a su condición de difunto —oh, Pedro Páramo—, consiguió ambas cosas.
En agosto de 2002, el hermano de la señora Menéndez también falleció.
Y, al igual que su padre, revivió en noviembre de 2010.
Hizo lo mismo: acudió al Registro Civil de Puebla para cambiar la nacionalidad de su padre —la mexicana por la española— y a retirarse la “y” de entre los apellidos.
¿Cuál fue el fin de estas indudables falsificaciones y suplantaciones?
En una siguiente entrega se lo compartiré.