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jueves, abril 18, 2024

Crónica de una marcha con bigotito al lado

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Un señor chino, de camisa blanca y de bigotito —con cierto parecido al Mario Aburto de Lomas Taurinas— se empezó a acercar al presidente López Obrador a la altura del Ángel de la Independencia.

Su rostro lo decía todo: pujaba —entre sonrisas y empujones— para llegar a quien encabezaba la monumental marcha de los cuatro años de gobierno.

Ahí iba el Aburto: puje y puje.

Comper, compañero, soy el diputado Ignacio Mier. Comper, por fa, con permisito. Soy el diputado Mier y tengo que saludar al presidente. Me está esperando el presidente, compañero. Comper, comper”.

Mier por fin llegó ante López Obrador, quien repartía saludos por todos lados al tiempo que caminaba rumbo al zócalo.

El mar de gente semejaba un verdadero mar sinuoso, con olas altas que iban y venían sobre el muymuy del presidente y sus acompañantes: Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López y Marcelo Ebrard.

Este último prefirió salir del vaivén presidencial y siguió marchando, pero cincuenta metros más adelante, lejos del barullo y del maremgnum provocado por quienes buscaban saludar al presidente.

El diputado Mier se vio de pronto, codo con codo, con él senador Alejandro Armenta, su primo hermano doblado de rival en la puja por la gubernatura de Puebla.

Un levantón de cejas —equivalente a quihúbole, tú— fue el único saludo que cruzaron.

Ambos buscaban la mirada del presidente.

Una mirada que les dijera algo.

Por eso el diputado Mier siguió nadando en la cresta de las olas, pero no llegaba para la foto.

Y cuando por fin estuvo frente a López Obrador, todo se resumió a un cruce rápido de miradas.

Entonces Mier pasó a hacer el papel de guarura o escolta durante unos minutos.

“¡Quítensen, quítensen! ¡Dejen pasar a mi presi!”, imploraba con cara de pujido.

El presidente siguió su marcha —lenta, lentísima— cubierta de saludos, abrazos, peticiones, regalitos.

Junto a él siempre estuvo Claudia Sheinbaum.

A su derecha.

De principio a fin.

Y detrás suyo, como un sigiloso escolta: el secretario de Gobernación.

Así salieron del Ángel de la Independencia.

Así llegaron, cinco horas después, a la plancha del zócalo.

Los gobernadores que no marcharon los recibieron muy perfurmaditos e impecables.

Lejos del sudor que bañó durante cuatro kilómetros al presidente.

En un momento, antes de llegar al Caballito, alguien puso dos automóviles Jetta para que López Obrador llegara más rápido al zócalo, pero éste no aceptó, y siguió saludando a quienes durante todo el trayecto no dejaban de acercarse y verlo con ojos de asombro y alegría.

Ya, pues, en el zócalo —antes de subir al enorme templete para dar un mensaje relacionado con su informe de gobierno—, el presidente fue abordado por Mario Delgado, sedicente líder de Morena, quien le ordenó al diputado Mier que le tomara una foto con el hombre del día —y del año, y del sexenio.

Mier, obsequioso, así lo hizo.

Y luego él le pidió a Delgado que le tomara una.

Mier abrazó al presidente para la foto y le dio un apretón a éste en espera de un guiño cariñoso, guiño que no llegó, por cierto, a lo largo de la larga jornada.

 

**

 

El gobernador Miguel Barbosa llegó temprano al Ángel de la Independencia para participar en la marcha.

Lejos de los gobernadores perfumados que arribaron —sólo para ser vistos— y se fueron en sus Suburban prietas, Miguel Barbosa recorrió los más de cuatro kilómetros auxiliado por su esposa, doña Rosario, y acompañado de sus hijos: Miguel y Rosario.

Antes de que la marcha iniciara, el presidente saludó al gobernador jubilosamente:

—¡Quihubo, Miguel! Qué bueno que viniste.

Las fotos no mienten.

Ahí se ven los rostros iluminados por sendas sonrisas de los dos.

Desde su silla de ruedas, el gobernador recibió saludos y peticiones de selfies de quienes lo abordaron.

En una semana vendrá la marcha que convocó en Puebla para apoyar al presidente y a la 4T.

Pero ésa será otra historia.

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