En las elecciones nadie se acuerda del segundo lugar.
Cuando Lázaro Cárdenas ganó la Presidencia, ¿quién fue su contrincante perdedor?
Nadie lo sabe.
(Desconfíe de los sabelotodo que para responder consultan Google).
¿Quién quedó en el segundo lugar frente a Miguel Alemán o López Mateos?
Silencio en la noche.
El segundo lugar pasará a la historia como el que quiso pero no pudo.
Sólo Diego Fernández de Cevallos, en la elección de 1994, pudo pero no quiso.
Y desapareció tras ganar el debate presidencial para dejarle el paso libre a Ernesto Zedillo.
Su único fin en esa campaña era enviar a Cuauhtémoc Cárdenas al tercer lugar.
Y vaya que lo logró.
En la 4T las cosas cambian.
El segundo lugar —como lo escribí en una columna al inicio del proceso interno— será incluso más importante que el primero.
Es el caso de Marcelo Ebrard.
Ya es en este momento el personaje clave de la sucesión presidencial.
Cualquier gesto suyo es sobredimensionado a su favor.
Cualquier señalamiento toma forma de crisis.
Ya desquició a todos.
Salvo Ricardo Monreal —que tiene en su naturaleza el gen Ebrard—, el resto de los contendientes se halla descontento con sus inconformidades.
Él tiene la cubeta con agua para limpiar la elección o ensuciarla.
Él tiene el fab Roma.
Él tiene el estropajo.
Pero también cuenta con otra cubeta —llena de lodo— para echar a perder la fiesta.
Sólo el presidente López Obrador lo conoce como nadie.
Por eso ha ido administrando su descontento.
Una tarde juntos en Palacio Nacional resolverá la crisis.
Pero hoy por hoy, el segundo lugar es quien lleva la carta de navegación en una bolsa de su saco.
Puebla no será la excepción.
El segundo lugar moverá fichas, fechas, flechas y endechas.
Si tiene el talento de Ebrard, la jugada le saldrá impecable.
Si no lo tiene, su derecho al pataleo no pasará de los quince minutos.
Arduo es el oficio de la política.
Los profesionales de ésta ya preparan sus cubetas.
El mosquito de Xóchitl. Los aplaudidores de Beatriz Paredes —ésos que le ven atributos antes extraviados—, la quieren en la boleta presidencial para que Claudia Sheinbaum tenga un día de campo en la elección de 2024.
Han llegado al extremo de decir que sus huipiles, faldones y hasta los coloridos quexquemetl son mejores que los que usa Xóchitl Gálvez.
Y todo, para que lo que venga sea un día de campo en Panzacola.
(Con sus pollitos rostizados, su Coca-Cola tibia y los inevitables mosquitos volando sobre las tortillas frías).
La señora Gálvez, ya se sabe, tampoco le ganará a Sheinbaum, pero le meterá a la contienda un ruido necesario.