Me remito a una frase utilizada en tiempos electorales, en donde dicen que Puebla, es un laboratorio político. Añadiría también que es un estado con un comportamiento muy activo, compulsivo y lleno de sobresaltos en diferentes momentos, que sin duda alguna han modificado la vida política y pública.
De unos años atrás a la fecha, hemos presenciado diferentes movimientos políticos, coyunturas y escenarios que han definido el quehacer de una clase política local.
Solo por mencionar algunos y de manera muy simple, desde el 2018, se dieron situaciones especiales y extraordinarias, que cambiaron el estado de cosas de manera abrupta e interesante para la vida de la aldea poblana.
De este llamado laboratorio, bien se pueden desprender algunas experiencias y procedimientos que fueron puesto en práctica para enfrentar crisis de legalidad y legitimidad política. Por ejemplo: en 2018, el exgobernador Rafel Moreno Valle, impuso a su esposa, Martha Erika Alonso Hidalgo, como candidata a la gubernatura por el PAN y logró alcanzar el triunfo por encima del candidato de Morena de ese entonces: Miguel Barbosa Huerta.
En un contexto de mucha confrontación postelectoral y extrema en algunos casos, que los llevo hasta los tribunales electorales.
De igual forma, provoco fisuras en su grupo político y divisiones internas en Acción Nacional, que generaron la marginación de los panistas identificados con la llamada derecha poblana. Pero finalmente Alonso Hidalgo, asumió el cargo ante el Poder Judicial y (RMV) siguió controlando la franquicia de dicho partido.
Apareció después el fatal accidente en donde ambos perdieron la vida, en diciembre y esto, vino a reconfigurar el estado de cosas en Puebla y en el propio (PAN).
El llamado morenovallismo se diluyó, desdibujó y desapareció como si nunca hubiese existido.
Para 2019 se convocaron a elecciones extraordinarias, Andrés Manuel López Obrador, decidió otra vez por motivos de identidad personal, que Luis Miguel Barbosa Huerta, fuera el candidato de Morena. Solo así y sin ninguna división interna, pero con algunos descontentos entre sus militantes, Barbosa Huerta se alzó con la victoria electoral.
Gobernó cuatro años bajo una administración de claroscuros, quiso imponer su visión de mano dura y polarizó socialmente al estado. El 13 de diciembre de 2022, falleció y el grupo en el poder trabajo y opero a marchas forzadas para que el Congreso del estado, nombrará al gobernador sustituto, cubriendo todos los causes legales para darle legitimidad política al nuevo gobernante.
No sin dejar de mencionar, los movimientos internos que se dieron al interior del partido en el poder, para abordar y salir de dicha crisis como la que se vivió en 2022. De nueva cuenta se reacomodaron muchas cosas en las instituciones públicas.
Si es que el “barbosismo” existió como una corriente política que gobernó, esta al igual que la otra, se disolvió de manera inmediata como grupo, mostrando que nunca hubo un equipo político.
En ese diciembre de 2022, Sergio Salomón Céspedes Peregrina asumió el mandato constitucional y empezó a gobernar, bajo condiciones aún complejas de una pasada administración que dejaría varios saldos negativos.
Recomponer y ordenar las instituciones públicas, en poco tiempo requiere de mucho esfuerzo y capacidad intelectual, desconozco si exista un equipo político de gobernante actual.
Para 2023, los procesos internos de Morena en el país y el estado, adelantaron sus tiempos aprovechando los vacíos legales del INE. Generando bastante actividad partidaria entre los grupos internos del partido de López Obrador.
Lo mismo sucede en las nueve entidades en donde renovaran gubernaturas, incluyendo Puebla, faltando 48 horas con sus minutos y segundos, que también cuentan, para saber quién será el coordinador estatal de los comités de la cuatroté.
Y muy cerca de que esta administración estatal cumpla su primer año de mandato legal.
Estamos presenciamos una etapa más de alta movilidad política, tan intensa y bajo otras condiciones, en donde la agenda política hasta hoy está del lado morenista.
En una coyuntura donde la presencia de López Obrador es visible y aún decide.
Independientemente de quien sea el elegido entre los dos aspirantes punteros habrá que preguntarse ¿qué sigue ahora para Puebla?
Conclusión: La aldea poblana seguirá siendo un laboratorio político, en donde se practiquen todas las fórmulas políticas para las disputas por el poder.
Hay una intensa actividad política de los principales actores, sin embargo, esto no equivale a una sociedad politizada.
Las élites de los partidos políticos nacionales seguirán decidiendo en los procesos locales.
No hay hasta el momento una evaluación seria que indique si todos estos ajustes y reacomodos políticos que se han vivido en la entidad arrojan saldos positivos o por el contrario con todo esto, hay signos de un desgaste y agotamiento en la administración pública.