El Gallito del Paseo Bravo es un símbolo social en la ciudad, sin el Gallito, nadie en aquellos años y actualmente pudo haber llegado a una cita o reunión, este sigue siendo una referencia urbana. Todos los que hemos transitado por estas calles, siempre volteamos y miramos para ver la hora en el reloj que sostiene en lo alto al Gallito.
Es una figura y referente tangible e histórico de la vida diaria en la capital poblana.
Por el Paseo Bravo han pasado muchas generaciones de poblanos, es uno de los parques más antiguos y grandes dentro cuadrante del centro histórico. En décadas pasadas fue un espacio de convivencia familiar, en la parte que colinda con la 11 poniente, hubo un inmueble que ahora forma parte de ayuntamiento y ahí existió un pequeño museo de especies disecadas, al igual que un serpentario y un espacio para cuyos.
Junto a este, sobre la 11 sur, hubo un pequeño laguito en donde alquilaban unas viejas lanchas de lámina que eran usadas por muchos niños. Ahí mismo, sobre la 13 sur, había jaulas en donde estuvieron algunas especies y changuitos, en otros espacios habitaron dos osos que salían a dar vueltas y también existió un vetusto león enjaulado.
Los escolares que asistieron a las escuelas 2 de abril del turno matutino y Aquiles Serdán del vespertino, salían de clases e iban a jugar al Paseo Bravo. Siempre fue una zona viva y con gran movilidad, porque sobre la 13 sur pasaban diferentes rutas de transporte público, hasta que fue cerrada.
Al paso de los años, desapreció todo lo que fue, las escuelas cerraron y este espacio público, solo siguió vivo durante los domingos, porque era ocupado por muchas trabajadoras domésticas que trabajaban en las casonas de familias poblanas de la llamada clase social alta, quienes desde el mediodía ocupaban sus bancas a la sombra de los grandes árboles a la espera de algún pretendiente, que en su mayoría también eran jóvenes de pueblo que trabajaban en la ciudad.
Este simbólico lugar, por decirlo así, fue y es punto de reunión y concentración de desfiles y marchas tanto de partidos o grupos políticos de todos los colores. De ahí han partido manifestaciones que en su momento fueron importantes en la vida política local.
Universitarios contra Nava Castillo y otras más por la Reforma Universitaria, por el subsidio a la universidad o contra algún gobernante de ese entonces. La de los de los FUAS que quedaban, que salieron a marchar cuando estaba por llegar el Papa a la ciudad y gritaban: ¡cristianismo sí, comunismo no!
O aquella más conocida, que reunió a sectores diversos, tanto de la derecha como de la izquierda que partieron del Gallito, para repudiar al gobernador Mario Marín, por el caso de Lydia Cacho y las famosas “botellas de cognac”.
Entre muchas otras que siguen saliendo del Paseo Bravo.
Recientemente, es punto de encuentro y partida de contingentes de mujeres y jóvenes que salen a las calles a reivindicar sus derechos de género.
Igualmente, los sábados se convierte en un espacio propio de mujeres y jóvenes que venden toda una variedad de cosas para poder obtener algo de dinero. Sin dejar de señalar que siempre son desalojadas o atacadas por lidercillos de organizaciones que buscan cobrarles una cuota económica.
El Paseo Bravo es más que un parque, simboliza un mosaico de toda la gran diversidad social que existe y habita en la ciudad. Por eso su rescate debe ser de fondo y convertirlo nuevamente en un espacio para las familias poblanas, en donde exista cultura, recreación y cuidado al medio ambiente.
Sobre todo, hoy, cuando el gobierno ha anunciado que buscaran recatar este espacio público, que además es uno de los pocos pulmones que aún existen en el centro histórico.
Vale recordar, según alguna nota publicada, que “al Paseo Bravo lo han modificado en seis ocasiones en menos de 15 años, desde 2010 se les ha dado mantenimiento a las jardineras, cambio de luminarias y pintado de bancas instaladas en el parque comunitario”. Otros datos señalan que en los últimos años las autoridades se han gastado 56.1 millones de pesos en hacer algunos arreglos.
Señalo que solo han sido obras malas y sin ningún proyecto de largo alcance, que lo han destruido más.
En realidad, a los gobiernos del PAN y PRI nunca les intereso el Paseo Bravo, desde Blanca Alcalá Ruiz, Luis Bank y Antonio Gali, lo único que hicieron, fue negocios. Hasta Claudia Rivera, quien no invirtió nada, o Eduardo Rivera quien dijo que los rescataría y nunca lo hizo.
La geografía urbana de la ciudad no se podría entender sin el Paseo Bravo.
Existe un quiosco sin sentido alguno en medio de una plancha que la usan solo para exposiciones artesanales. Sus grandes jardineras descuidadas y usadas para pasear a mascotas en donde sus dueños, dejan las heces ahí mismo. Los grandes árboles y palmeras descuidados, fuentes que no sirven y lleno de puestos de fritangas, donde la 28 de octubre y Antorcha se disputan los espacios, sin olvidar a los teporochos que llegan a dormir su cruda o jóvenes que embabucan a otros, ofreciéndoles trabajos.
Durante los ciclos escolares, una parte del Paseo se convierte en zona de un bachillerato oficial ubicado en la 11 poniente y 13 sur, otra parte es controlada por la escuela Washington. Así ha sido la movilidad urbana y parte de la vida diaria del Paseo Bravo.
Conclusión: Esperemos que lo anunciado por el gobernador pueda revivir este parque histórico de la ciudad. Según será en febrero cuando informe sobre el proyecto a cargo del Gobierno estatal. Veremos que no sea de nueva cuenta mantenimiento, sino un rescate de fondo.