“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”, es un juego de palabras de un pequeñísimo cuento del escritor guatemalteco, Augusto Monterroso. Que, en diferentes momentos, tanto analistas como articulistas han usado para referirse al PRI.
Lo que fue la izquierda, también ayer lo hizo, cuando pensó que, por fin, había llegado el momento de los funerales del Revolucionario Institucional.
Situaciones que nunca llegaron en 1988 y el 2006.
Siempre despertamos y el dinosaurio ahí seguía, fueron esas batallas en aquellas décadas, cuando nuestro principal adversario era el llamado partido de Estado. Porque estos mantenían el control del poder y llevaban periodos y periodos monopolizando el gobierno.
Además, por sus actos fraudulentos que hacían en cada elección, por su cerrazón ante la apertura democrática, por los cacicazgos que mantenían en diferentes regiones y sus abusos sobre los recursos públicos y otras cositas más.
Hoy este partido político nacional, el más longevo de América Latina y el más viejo de México, enfrenta desde su fundación de 1946, otra más de sus crisis internas. Una y la más importante, se dio en 1987–88, cuando renunció el grupo del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano y Porfirio Muñoz Ledo.
Cárdenas Solorzano, con el FDN, compitió fuerte, se cayo el sistema y arrinconaron al partido oficial de ese entonces.
Después estando en el poder, Carlos Salinas de Gortari, busco cambiar nombre y estructura al tricolor, para llamarlo Partido de la Solidaridad Social. Nunca prospero, por la fuerza de la vieja nomenclatura priista, compuesta por sus tres sectores, lo mismo sucedió con Ernesto Zedillo, quien mantuvo críticas hacía el Revolucionario Institucional y se alejó del mismo.
Perdieron en el 2000 y 2006, regresaron al poder como pudieron en el 2012 y lo volvieron a entregar en el 2018.
Su más baja votación fue la del 2018, cuando alcanzaron solo 7, 472, 431 votos, siendo su techo de los 15 millones y un poco más.
Sin embargo, se han mantenido entre las tres principales fuerzas nacionales y aún tienen presencia en la Cámara de Diputados y el Senado, conservan algunos gobiernos y legisladores locales, junto con ayuntamientos.
Con la llegada del exgobernador, Alejandro Moreno Cárdenas, como dirigente nacional, desplaza a otros priistas aglutinados en la región del Estado de México, muchos salen y empiezan a migrar a otros institutos partidarios.
Se agudizan sus confrontaciones en el proceso electoral intermedio del 2021, cuando hacen alianzas electorales con el PAN y se quedan con las candidaturas. Situación que les provoca descontento y desacuerdos internos.
Senadores y diputados federales, por diferencias y disputas con su dirigente nacional, salen del viejo partido.
Han perdido estados y ayuntamientos, su presencia nacional se ha reducido de manera notable en el centro y sur del país.
Es decir, el Revolucionario Institucional, sigue viviendo en su propia crisis política, sin aceptar nada, son la tercera fuerza y sus tendencias electorales los puede convertir en una organización marginal y testimonial. Como ha sucedido con el PRD y otros.
En varios estados sus militantes y bases sociales en el medio rural, han migrado a Morena y no de ahora, lo hacen desde el 2018. Lo que estamos presenciando en Puebla, con la salida de varios legisladores locales, es parte de esta crisis permanente que viven los propios priistas.
Por supuesto que, en tiempos electorales, afectara al bloque opositor y lo disminuye en algunas regiones en donde tienen presencia los expriistas disidentes.
Lo que estamos viendo, tampoco es nuevo entre los partidos políticos nacionales, las fracturas y divisiones internas, son parte de su vida orgánica. Ninguno tiene comprada su unidad partidaria.
Conclusión: Lo que en antaño fue el partidazo o el Partido de Estado, hoy esta reducido a una tercera fuerza electoral, que ha necesitado de hacer alianzas con sus viejos adversarios políticos (PAN), en aras de sobrevivir electoralmente. Tampoco va a desaparecer en estos momentos.
Lo cierto es que, hay una crisis en el sistema de partidos en el país, la disputa de cargos se antepone a todo en estos organismos políticos. Situación que en nada ayuda a la democracia electoral.