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jueves, noviembre 21, 2024

Un recorrido por la selva lacandona

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Hace unos meses estuve, de manera virtual, en el Summit que Singularity University organiza anualmente. Los tres grandes temas de la cumbre fueron Longevidad y Salud, Tecnologías Exponenciales, y el futuro del trabajo y el conocimiento. Singularity tiene como objetivo encontrar soluciones para los grandes retos de nuestro planeta a través de las tecnologías exponenciales: Inteligencia artificial, biotecnología, blockchain y análisis de datos.  

Hannah Tucker, experta en sistemas alimentarios, habló de lo insostenible que es la forma en la que producimos alimentos. La mayoría de los alimentos que comemos está en riesgo de extinción debido a muchos factores: calentamiento global, modelos de producción, explosión demográfica. Llevamos produciendo comida de esta manera desde que éramos mil millones de personas. ¡Somos ya 8 mil millones!  Su apuesta para el futuro es por la agricultura regenerativa.  

Esta plática me hizo recordar un viaje que hice a la selva lacandona hace casi diez años. Estábamos una amiga y yo en San Cristóbal de las Casas cuando nos enteramos de un encuentro de saberes indígenas que se llevaría a cabo en la selva.  Ella se dedicaba a producir documentales y había un grupo de franceses que estaba documentando el encuentro. Eran los únicos con autorización de los organizadores de documentar lo que pasaba ahí.  

Nos despertamos en la madrugada para tomar un camión a Ocosingo. Llevábamos sólo una pequeña mochila con algo de ropa y un sleeping bag. Llegando a Ocosingo fuimos a un lugar donde salían camiones de redilas a diferentes lugares de la selva. Alrededor de la caja de carga del camión había una pequeña banca de madera. Íbamos prácticamente paradas.  

Llegamos por fin a un poblado en la selva. Ninguna de las dos nos podíamos mover después de haber rebotado durante más de seis horas por la batea de ese camión. En el lugar no había más que una escuela y una decena de casas. Nos quedamos en uno de los salones de la escuela junto con otras personas que habían viajado al encuentro.   

Representantes de diferentes grupos indígenas de toda la República se reunieron para compartir información sobre el uso que les daban a diferentes plantas.   

El primer día despertamos antes de que saliera el sol. Después de una tacita de pinole, salíamos a recorrer la selva. Todos iban recogiendo plantas durante el camino. Cuando regresábamos, cada uno compartía lo que sabía sobre el uso de las diferentes plantas: usos medicinales, propiedades nutrimentales, platillos de cocina y prácticas para rescatar alimentos que están desapareciendo. Había ahí un par de mujeres indígenas que viajaron desde Puebla dos días para el encuentro. Alrededor de cuarenta personas discutían de todo lo anteriormente dicho y hasta sobre las formas de sembrar plantas. 

Una mañana, cuando regresamos de la selva, hubo un gran revuelo porque estaba paseando por la comunidad un señor que dijo estar de paso. Su corte de pelo de militar lo delató. Encerraron al militar en otro de los salones de la escuela hasta que llegaron sus compañeros a recogerlo al siguiente día. Tanta gente reunida había encendido los focos rojos.  

Pasamos ahí una semana. Pensábamos volver antes, pero las ocho horas de camino en el camión de redilas nos animaron a quedarnos unos días más, hasta que ya no se pudo posponer más.    

Hace unos años leí una encuesta seria que decía que 7 por ciento de los americanos —un poco más de veinte millones de personas— pensaban que la leche de chocolate ¡provenía de las vacas cafés! La gente está completamente desconectada de lo que implica tener comida en nuestras mesas y de los miles de kilómetros que muchas cosas viajan para llegar a nosotros.  

Definitivamente vamos a ver muchos cambios en el futuro de la comida. A través del uso de la biotecnología, cosas como la agricultura celular —para obtener alimentos a partir de células cultivadas en laboratorio— al parecer será una realidad. Gracias a eso, será posible seguir comiendo tocino sin matar a un solo puerco. La tecnología va a jugar un papel muy importante, pero, coincido, la agricultura regenerativa es el camino. 

Hannah Tucker expone a nivel internacional lo que estos grupos indígenas llevan años impulsando sin ser realmente escuchados. Por la crisis en la que estamos, este tipo de encuentros, en donde se comparte la sabiduría ancestral, es más relevante que nunca.  

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