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jueves, noviembre 21, 2024

Renaciendo constantemente

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Lo prometido es deuda, este homenaje kafkiano es para ustedes padre, madre y hermana. 

Un poco más de mí para K-R. 

 

I 

Lo he dicho muchas veces, para algunos temas, me cuesta darles vida a las palabras a través de la voz.  

Sonorizar algunos sentimientos y pensamientos puede ser (para los que le tenemos fobia a las jeringas) más espantoso y doloroso que una inyección o extracción de sangre. 

El único género literario, desde mi perspectiva, donde no está permitido “mentir” es en la poesía. Sin entraña y sinceridad valiente, no cala ni impacta tanto el verso. 

 

II 

Llevo años sumergido en un proceso de autoconocimiento y autodescubrimiento. Antes de irme a vivir casi cuatro años a la CDMX tuve un episodio de ansiedad-depresión que somatizo en vértigo-migraña.  

Un temblor interno que me hacía desear el fin de mi mundo. 

Alejé amistades, porque pensaba que esta lucha era personal y tenerlos al lado iba a obligarlos a cargar conmigo. Algunas personas lo entendieron al revés.  

Salí poco a poco y entendí que mi cuerpo, mi existencia me exigía salir, romper las máscaras.  

La vida o Dios me ofrendó la oportunidad de irme a vivir a mi ciudad anhelada. Recuerdo que cuando me despedí de algunos familiares, me solté a llorar. Nadie entendía por qué, si al final iba a donde siempre soñé. Rompí en llanto porqué una parte en mí sabía que me iba a enfrentar a convivir conmigo mismo, a no tener una red de apoyo como acá, a comenzar a hacer amigos-familia y el temor de volver a sufrir una crisis de ansiedad-depresión era latente; sólo que ahora no habría nadie a mi lado para apoyarme. 

Viví casi cuatro años, hice amigos que se volvieron familia; conocí personas que me salvaron de muchas cosas y que al verme por allá me reciben con un abrazo, una sonrisa. Pero, sobre todo: aprendí a conocerme; perdí el miedo a ir al cine o al teatro solo, sin temor a ser juzgado por ir acompañado por nadie más que yo; aprendí a comer solo, ya sea un puesto de tacos o en un restaurante lujoso; supe que era posible salir a dar la vuelta conmigo mismo.  

Aprendí a vivir de noche y disfrutar cosas que antes no conocía ni me atrevía por miedo al juicio externo: ir a un karaoke, ir a bailar a un antro, disfrutar de ver y sentir la música de un Dj, caminar por la noche.  

Me acostumbré a mí y aprendí a convivir con mis amistades y parejas de otra forma. Salvó una ocasión —y derivada de la muerte un amigo escritor al cual, aún, por alguna razón, le sigo llorando— no había vuelto a tener una crisis de ansiedad-depresión. 

Cuando regresé a Puebla, también rompí en llanto. Una parte de mí sentía derrota, fracaso y otra, la mayor parte de mí tenía miedo: ¿y si Puebla, la ciudad que sí amo y donde nací, me generó mi ansiedad-depresión? 

La vida también ha sido sabia y me recordó que lo aprendido en CDMX era la llave para sobrevivir aquí. Agrandé mi círculo amistades, crecí profesionalmente con más retos y responsabilidades, y aprendí a disfrutar la vida en soledad. 

 

IV 

Hace poco, comencé a sentir un vacío, derivado del encierro pandémico: la ausencia de lo divino en mi vida y el pensamiento o presencia constante de la muerte. 

Allí apareció el Tarot que me regresó al mundo de lo simbólico y me reconcilió con Dios, alejándome de los convencionalismos sociales. Eso me permitió conectar con seres humanos más luminosos y acrecentar mi familia. 

El Tarot abrió las puertas para conectar con los temas espirituales y me dio la oportunidad de reconocerme como un ente sanador.  

Este proceso conlleva a dar —como El Loco del Tarot— un salto al vacío sin miedo al precipicio. Y allí comienza el andar por en sendero iniciático-simbólico. En este proceso vas reconociendo todo eso que te conforma lo bello y lo feo, la luz y la oscuridad. Y vas comprendiendo que uno no existe sin el otro y los necesitas para renacer en Uno. 

Decidí simbolizar este proceso con la escritura de un poemario, cuyo punto de encuentro son los 22 Arcanos Mayores del Tarot. 

Llevo poco más de un año atorado con una carta: Los Enamorados. Probablemente es una de las cartas más poderosas y fuertemente simbólicas. Para amar a otro requiere que sepas quererte a ti, reconociendo que hay un límite, pues lo divino puede convertirse en demoniaco; hablamos de un proceso alquímico o mágico, antes de acercarte al oro divino hay que reconocerse en la oscuridad o lo bruto (el plomo). No puedes amar la luz si antes no abrazaste la (tu) oscuridad. 

Creo que estoy a punto de lograr darle vida a ese poema, pero la batalla interna y externa sigue. 

 

V 

En este proceso he descubierto que soy una persona difícil de tratar, por tanto de querer y soportar.  

A veces, me siento imposible.  

He llegado a asumir que tal vez, estaré, románticamente hablando, solo por decreto divino. De pronto me ilusiono, pero casi siempre terminó estrellándome contra un muro de expectativas que ni Cortázar pudo haber escrito mejor que yo.  

Y es más complejo lidiar con eso, cuando tu círculo familiar u amistoso, te recuerda cosas como: el tiempo pasa, te haces viejo, nos has pensado en…, un largo etcétera. 

Apegados a esos convencionalismos, lo mejor es que ya hubieran dejado que me consumiera en una hoguera o me aventarán al coliseo para que disfrutarán lo inevitable: ser deglutido por un león. 

 

VI 

Soy una persona imposible que no ha logrado nada o muy poco a los ojos de muchos. 

No tengo nada patrimonial que presumir que no sean libros, películas o discos. 

Soy nadie y, probablemente, si me subastarán valdría menos que una pieza falsa museística. 

Sin embargo, soy un constante sobreviviente a mí mismo. 

Soy una persona que ha obtenido puestos importantes y se ha colocado a lado de personajes destacados sin tener un apellido histórico y sin pertenecer al abolengo económico, cultural o político de mi Estado. 

Soy alguien que se ha dado a respetar por honesto, transparente y sin ningún escándalo o algo dudoso a mí alrededor. 

Es cierto que hablo constantemente de la muerte porqué eso me permite reconocer que tengo vida. 

La vida es divina, pero la existencia casi siempre me duele; pues día con día aprendo a convivir con problemas laborales, amistosos, sentimentales y demás. 

Me aburro constantemente, porqué a mi la rutina me aplasta; requiero improvisación, emoción, novedad y estructura. Es absurdo, pero vivir también lo es y más si lo haces dándole más importancia a ciertas normativas que atentan contra las emociones y sentimientos. 

 

VII 

Ya no soy el de ayer, pero tampoco sé quién voy a ser mañana.  

Soy lo que ves este día. 

Todos los días muero a pedacitos, pero renazco en el abrazo, la sonrisa o en el tiempo compartido con alguna persona que ha aceptado caminar a mi lado sin fijarse más en nada que en compartir la existencia. 

Y en esta reconstrucción estoy buscando edificar el ser libre que sólo habita en la CDMX y el ser raro que sobrevive en Puebla. Quiero dejar de huir y hacer que ese Uno que soy, sea igual en CDMX que en Puebla. 

 

VIII 

Soy una persona lo sé, fría/ojete/malhumorada, aunque noble y cariñosa; pero comúnmente me refugio en un estado de distancia porqué me cuesta confiar en el otro y me da miedo perder una amistad, un amor. Con las personas adultas aún me da más miedo encariñarme, porqué sé convivir con mi muerte más no con la de mis seres queridos. 

Quizá por eso, me gusta más juntarme con gente joven: disfruto la jovialidad y me protejo de la futura perdida.  

Me cuesta emocionarme por un evento que es ganancia/perdida: gano una familia nueva, pero pierdo algo que nunca logré disfrutar, porqué casi siempre me sentí más un padre que un hermano. 

A veces demuestro mi cariño, escuchando sin parar el desahogo emocional, otras invitando la comida o dando un presente, en algunas ocasiones preguntando cómo estás y en otras sólo acompañando la caminata, la estancia en una banca o yendo a hacer algo que no haría por gusto ni iniciativa. 

Y decir, exponer lo que soy y no soy; es terapia, sí, pero también un auténtico acto de amor en un mundo donde, ya, nadie se atreve a externar sus sentimientos. 

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