I
De niño desarrollé un gusto genuino por la Historia de México.
Siempre creí que había algo más allá de lo que aparecía en los libros de texto; ya sean los realizados por la SEP o por editoriales privadas.
Tuve dos personas que nutrieron mi curiosidad: tío Juan Pérez (hermano de mi abuela materna) y José María Cajica Camacho (quien llegó a ser jefe de mi papá).
El tío Juan me contó la historia sobre los famosos túneles y decía que Ignacio Zaragoza; palabras más, palabras menos: “fue un cobarde porqué se escondió en esos túneles, seguramente allí pescó la fiebre tifoidea que lo mató”. Los túneles -afirmaba el tío Juan– fueron parte de la estrategia para esconder a los zacapoaxtlas y que éstos sorprendieran por la retaguardia al ejército francés.
Por otro lado, de José María Cajica recuerdo que me contó sobre la pertenencia de algunos próceres mexicanos a las Logias Masónicas y su aporte en la construcción de México; no estoy seguro, pero probablemente mi preferencia por Porfirio Díaz provino de sus charlas aleccionadoras.
Mi padre continúo nutriendo esa pasión/curiosidad por la Historia de México: además de permitirme ver la telenovela: “El Vuelo del Águila” (me la grababa en cassette para que pudiera verla después), también me consiguió todos los libros que sacó Editorial Clío que dialogaban con el contenido de la telenovela. Después -con motivo de mi graduación de primaria- me regaló la enciclopedia: “México a través de los siglos”.
II
Conforme pasaron los años, me gustaba indagar sobre la “historia oculta de México”; esa que nunca aparece en los libros de textos y pocas personas dedicadas a la educación conocen o les interesa.
En alguna parte de mi imaginación, me construí las imágenes de nuestros protagonistas de la Historia reunidos en algún lugar: ideando, maquinando las estrategias de guerra -ya sea con la espada o la pluma- para combatir las ideologías conservadoras que iban contra el libre desarrollo intelectual del Ser Humano.
Poco a poco fui descubriendo que muchos de los personajes de nuestra Historia, al menos de, prácticamente, todo el siglo XIX, pertenecieron a las Logias Masónicas. Ya sea el Rito Escocés (traído de Europa) o el Rito Yorkino (traído de Estados Unidos).
Pedro Ángel Palou (hijo) en su ensayo: “La culpa de México. La invención de un país entre dos guerras.” Y posteriormente, José Luis Trueba Lara en su libro: “Masones en México. Historia del poder oculto”, cuentan y coinciden -desde la perspectiva de un no iniciado en los misterios masónicos- en lo siguiente: el siglo XIX no puede explicarse sin el protagonismo, para bien y para mal, de las logias masónicas; pues muchas de las guerras que vivió el país tuvieron como germen las diferencias ideológicas entre escoceses y yorkinos.
III
El 29 de abril de 2025, Miguel Ángel De la Rosa Esparza en su columna que escribe para E-Consulta aborda un caso interesante para la Historia actual de México:
“la Confederación Masónica Interamericana (CMI) ha decidido suspender los derechos de membresía a la Muy Respetable Gran Logia Valle de México (MRGLVM) (…) Esta resolución fue tomada el pasado 17 de marzo durante una reunión extraordinaria en Cartagena de Indias, Colombia, y fue anunciada oficialmente el 19 de marzo en el sitio web de la CMI.
El conflicto responde a la decisión de la Gran Logia Valle de México de abrir tres nuevas logias en el estado de Chiapas, una acción que habría violado los principios de regularidad y territorialidad que rigen a la Confederación Masónica Interamericana.
La MRGLVM tiene jurisdicción sobre los estados de la Ciudad de México, Aguascalientes, Guerrero, Guanajuato, Puebla, Tlaxcala y Zacatecas.”
El pasado 13 de abril de 2025, en su página de Facebook, el Benemérito Ejército de Oriente (BEDO) publicó una carta posicionamiento donde se suma al desconocimiento de la MRGLVM.
IV
José Luis Trueba Lara, nos recuerda que estas peleas no son nuevas, entre 1825 y 1826 los próceres independentistas se afiliaron a logias yorkinas y escocesas; comenzando así una especie de guerra por ver quién iba a tomar las riendas del país. Con el afán de evitar una división del país en ciernes, José María Mateos funda el Rito Nacional Mexicano, se le unen algunos masones tanto yorkinos como escoceses: Valentín Gómez Farias, Andrés Quintana Roo, Manuel Crecencio Rejón, Juan Rodríguez Puebla y José María Luis Mora. Es el mismo Trueba Lara quien nos recuerda que, en plena Guerra de Reforma, los principales próceres abandonan el Rito Escocés para afiliarse al Rito Nacional Mexicano (que según la visión de Trueba, era la vena nacionalista de la masonería en México). Posteriormente, en plena Intervención Francesa, Manuel Basilio da Cunha Reis llegó a México y sentó las bases para fundar tanto el Supremo Consejo del Grado 33 del Rito Escocés y la MRGLVM.
Tanto Trueba Lara como Rogelio Aragón, en su artículo: “Porfirio Díaz y la “Gran Dieta Simbólica”: ¿La masonería mexicana bajo control? ”, coinciden en señalar que Porfirio Díaz -un poco por ambición y otro porqué, probablemente, sospechaba que allí se originaban las principales diferencias que llevaron a México a las guerras internas- apostó por la creación de la Gran Dieta Simbólica que buscaba unificar a todas las Logias Masónicas del País en una sola jurisdicción; sin importar el Rito.
V
En un momento en que el mundo parece girar hacia una derecha muy retrograda que busca cancelar todos los derechos ganados y poner nuevos candados a la vida; me parece muy triste que las Logias Masónicas vuelvan a desgastarse en peleas internas.
Hoy más que nunca, las Logias Masónicas deberían aspirar a ser la cuna de grandes intelectuales y artistas, así como el germen de las grandes transformaciones; pero prefieren gastar energías en peleas territoriales: como diciendo: “este es mi juguete y no te lo presto”.
Diálogo y consenso en favor de un país es lo que se necesita.
Sería importante que también pusieran hincapié en los verdaderos principios de hermandad; pues conozco muchos masones que ostentan la pertenencia, pero en el momento en que deben ofrecer la mano para apoyar a un Hermano o Hermana, se desaparecen.
A las Logias Masónicas les urge comenzar a dialogar con el mundo y sus nuevas necesidades o estarán condenadas a la desaparición.
Les urge salir al mundo y mostrar los aportes que los masones han hecho al mundo para recuperar valía e importancia en las nuevas generaciones.
VI
Cierro con estas líneas de Pedro Ángel Palou en su “La culpa de México”:
“Volvamos al inicio, a ese lugar que se llamó Nueva España y en el que la República de indios y la de españoles apenas convivían, a la no lograda unificación borbónica, al sueño republicano liberal triunfante con Juárez -después de habernos jugada una y otra vez el pellejo, el territorio y la fe en el país entre centralistas y federalistas, masones y católicos, siempre con el sueño monárquico rondándonos como una pesadilla-, donde todos quisimos ser iguales bajo la ley sin que se rompieran jamás los privilegios de las élites. Esas élites que el porfirismo -y la Revolución institucional, si se quiere- nutrió y protegió con su manto. Una culpa que está en no habernos visto, en no habernos reconocido en la diversidad, no en la unidad.”
Estoy seguro de que nuestro gran problema ha sido optar por la unificación de pensamientos e ideologías, de crear generaciones que hagan lo que deben y tienen; y no lo que anhelan y desean.
Y si creyendo que las Logias Masónicas deberían ser el lugar donde se origine una nueva forma de vivir: más empática, espiritual y menos materialista. Un mundo donde velemos por el bien y progreso de todos y se eliminen las brechas económicas, educativas y sociales. Un mundo donde la única diferencia resida en lo que se cree, piensa y siente; y se valore, quiera y cuide esa diferencia.