I
Inicia otro año futbolístico y con éste regresan, de no sé dónde, las ganas de creer en un equipo de fútbol, mi equipo: El Puebla de La Franja.
Soy de las personas que se enamoran o ilusionan con un proyecto, una visión.
En la vida, la cultura, la política y el fútbol, mi respeto y admiración se lo ganan las personas que me demuestran conocer las diversas rutas que se pueden tomar para llegar al lugar deseado.
O que su discurso o actitud refleje que sabrán cómo exprimir el talento de su equipo.
Recientemente lo hizo Nicolás Larcamón, años atrás Juan Carlos Osorio y para mí gusto: José Luis Sánchez Solá, El Chelís, y Ricardo Valiño, también tuvieron su encanto y toque.
II
Tras una desastrosa serie de liguilla con el América, el Puebla y Larcamón se divorciaron: los afectados: los jugadores y, sobre todo, la afición.
Antes se decía o sabía que cuando se cambiaba de Gobernador; automáticamente llegaba una nueva directiva al Puebla y, por ende, un nuevo director técnico y plantilla de jugadores. ¡Afortunadamente, ya no estamos en esos tiempos!
Hoy, el cambio no ha sido tan drástico, pero así como el Gobernador de Puebla está -apelando a la lógica y sentido común- cambiando a su gabinete para eliminar rastros del anterior Gobernador; Eduardo Arce ha eliminado a todos los Larcaboys de la plantilla del Puebla. Años atrás, pasó lo mismo con los Chelisboys.
III
Eduardo Arce tiene un discurso y una personalidad que me repelen: un poco o un mucho engreído y poco o nada humilde.
Sin embargo, así como uno nunca se desea que al Presidente, al Gobernador o al Alcalde les vaya mal; tampoco quiero que a Eduardo Arce le vaya mal.
El equipo está por encima de él.
Mi amor por el Puebla está por encima de un jugador o un director técnico o la misma directiva.
Toca creer y tener fe.
Confiar y soñar, porque un triunfo del Puebla hace más llevadera la semana.
IV
Algo desagradable como aficionado fue la campaña de marketing que realizó la directiva del Puebla.
Como campaña fue exitosa, de eso estoy seguro: se habla de ella, para bien o para mal.
Pero, apelando a un viejo clásico: contiene rudeza innecesaria.
Hay aficionados que pueden no estar pasando por un buen momento económico o que alguna situación no les permite comprar un abono o inclusive un boleto. Para ese sector, dicha campaña resulta ofensiva y vulgar.
Y aunque es cierto que el Estadio Cuauhtémoc es de los más accesibles en costo; el entretenimiento -cada vez- se vuelve un lujo.
La directiva tendría que ser más sensible con el o los aficionados que no pudieron adquirir un abono.
V
Para cerrar, reto a la directiva y en especial a Eduardo Arce a que asista a mi programa Arcano 9 – El ermitaño a ser entrevistado y develarme su personalidad y visión futbolística.