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miércoles, noviembre 5, 2025

Novela bretoniana

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De Emmanuel Carrère me dio la referencia mi amigo Pedro Ángel Palou y aprendí de él los recursos de la novela de no ficción al leer De vidas ajenas. Busco la manera de escribir algo muy breve, policiaco, situación complicada. La memoria es lo único que me queda, me importa tanto. Esto es sólo un apunte breve.

Partiré de los más sentidos escritos que me dieron a conocer Juan Villoro y Víctor Roura acerca de mi hermano, de su pensamiento y de su honesta e inquebrantable postura frente a la literatura, ante la vida y a su animadversión a todo lo que apesta a cultura oficial, lo que siempre cuidó al no involucrarse en nada que tuviera que ver con eso. Asistía a eventos que no podía eludir porque se lo pedían amigos cercanos, pero siempre atento de no cruzar líneas que aborrecía: un bretoniano, un surrealista, no permitiría jamás el compartir créditos junto a las autoridades culturales en turno. No me cansaré de decirlo.

¿Se podrá escribir un tema de no ficción y surrealista? Me afianzo en el recuerdo: mi padre acostumbraba despertarnos para que fuéramos con él a buscar enchiladas a un restaurante abierto 24/7 que se llamaba El Cisne. Como todos tenía su rockola y yo elegí una melodía que le recordó sus orígenes asturianos. “La sangre lo llama al cabrón”, dijo. Eso que José de Jesús tomó a broma y reía tanto, nunca lo olvidó: “La sangre lo llama al cabrón”, me lo decía a cada momento, divertido. En otro terreno: Gen es Gen y el Gen vuelve a la sociopatía. Cuánta verdad en todo esto…

Paso los días acostumbrándome a convivir con el dolor que no me abandona desde que él decidió que aquí ya no había nada que lo anclara. Buscaba otro mundo mirando más allá de la ventana que tenía ahí cerca. No sólo compartí los días con él durante su terrible proceso: lo hice desde que éramos infants. La vida me dio la ventura de estar cerca de él en días y en los momentos finales. ¿Quién lo iba a conocer mejor que sus hermanos? Nadie. Le preocupaban muchas cosas y me dejó ―o simplemente dejó― voluntades. Entendí que era por el hecho de preservar intactas sus convicciones: su concepción de la poesía, Bretón, su calidad humana. Amalia García Medina, entonces gobernadora del estado, le dijo en una ocasión “me agrada que no hayas cambiado tu manera de pensar”. Escribo esto ahora porque el pasado domingo ―el 2 de noviembre― él habría cumplido setenta y cinco años y fue el momento para iniciar el primero de los capítulos.

Yo abrazo a mi hermano y lo sigo viendo, oigo su música, repaso sus textos y veo fotos suyas; lo sigo escuchando en sus bromas, en su obsesiva tendencia a la perfección: “¡He dado con el verso!”, expresaba de repente tronando los dedos. “La sangre lo llama al cabrón, dijo el asturiano padre”. José de Jesús reía. Y los palomos hoy aguardan afuera. Vuelta a la página entonces.

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