“La persona que más se siente cómoda en la vida es aquella que no intenta cambiar a los demás.”
(Carl Jung)
¿Por qué es tan común escuchar o darnos cuenta que siempre hay alguien que quiere cambiar a los demás?
Con un simple gesto de desaprobación, con palabras claves como: “deberías de…”, con un buen consejo, aunque sea con una convicción honesta, franca y con toda la buena fe del mundo.
No es tan fácil percatarnos de que nadie puede cambiar al mundo, a los demás, a una persona en particular. Lo que sí es más factible, y de vez en cuando necesario, es cambiar uno mismo.
“Solo puede cambiarse uno a sí mismo”, parece ser un lugar común, una frase hecha que no tiene sentido porque, por más que me lo digan o reiteren, de todos modos no cambio.
La necesidad de cambiar a los demás puede surgir por varias razones:
Muchas veces, cuando deseamos que alguien cambie, estamos proyectando nuestras propias inseguridades o carencias. La sicología espejo no es más que proyectar características que no aceptamos de nosotros mismos y que mostramos de nuestro mundo interior.
También, al pretender cambiar a otra persona queremos que los demás se ajusten a nuestras ideas o normas porque eso nos brinda una sensación de control o comodidad.
A menudo, cuando intentamos cambiar a alguien, es porque nos preocupamos por su bienestar. Queremos lo mejor para ellos y creemos que tenemos la solución.
Sin embargo, lo que consideramos “mejor” puede no alinearse con lo que ellos realmente desean o necesitan.
A veces, el deseo de ayudar o mejorar la situación de otra persona puede nublar nuestra percepción de lo que realmente quieren o necesitan, cada individuo tiene su propio conjunto de deseos, objetivos, definiciones de felicidad.
Cuando aceptamos que otros sigan su propio camino, podemos contribuir a un entorno donde todos gocen de la libertad para ser quienes realmente son o quieren ser.
No es tan fácil darse cuenta que cada individuo tiene su propio camino o sincrodestino, sus propias experiencias y su propio proceso de crecimiento. Lo que parece obvio o necesario para uno, puede no serlo para otro.
La idea de que solo uno puede cambiarse a sí mismo es fundamental.
El cambio personal requiere tiempo, introspección, disciplina, convicción, voluntad y esfuerzo.
La clave está en el “Efecto Dominó”.
Los cambios internos son el resultado de experiencias significativas, reflexiones profundas, introspecciones meditadas y deseos reales de desarrollar algunos aspectos de nuestra vida.
Por lo mismo, el cambio efectivo y genuino suele ser más significativo cuando proviene del interior, en lugar de ser impuesto desde fuera.
Para cambiar uno mismo es importante darse cuenta que hay que trabajar en lo invisible para cambiar lo visible. Si quieres que cambie el hardware, tienes que cambiar el software.
Aceptar que no podemos cambiar a los demás puede ser liberador, tanto para nosotros como para ellos. Ahí está como ejemplo el clásico comportamiento de las “Madres Castrosas”, madres sobreprotectoras, controladores y que intervienen excesivamente en la vida de sus hijos, aun en edades avanzadas.
La autoexploración y el crecimiento personal son fundamentales para lograr una vida más plena y satisfactoria.
Cuando nos concentramos en nuestro propio cambio y lo enfocamos, sin quedarnos en el camino, también creamos un ambiente más atractivo que puede inspirar a los demás.
Nos permite ir en dirección hacia nuestro propio crecimiento, y con esto, influir desinteresadamente en quienes nos rodean sin intentar cambiarlos.
Siendo modelos a seguir a través de nuestras propias acciones y elecciones, podemos mostrar lo que es posible, sin necesidad de imponer nada a nadie.
Además, hay recordar que cada persona tiene su propio ritmo y proceso de desarrollo. Respetar eso no solo es una muestra de esa capacidad que tenemos de entender y compartir los sentimientos de otras personas, sino que también nos ayuda a construir relaciones más saludables, auténticas y transparentes.
Al final del día, el viaje hacia el autoconocimiento y el crecimiento personal es uno de los más importantes que podemos emprender.
A medida que trabajamos en nosotros mismos, pagando por anticipado el precio de lo que queremos, es más fácil descubrir que esos cambios también tienen un efecto positivo en nuestro entorno y en las personas que nos rodean, sin necesidad de forzarlas a ser diferentes.
“La mejor arma del ser humano es el conocimiento y el autoconocimiento: su peor enemigo, el autoengaño y la simulación”.

