💄 LOLITA CORTÉS ESTALLA EN LLANTO y decide salir de La Granja VIP, un reality show conformado por varios distinguidos parias que son exhibidos como freaks o fenómenos de circo. En el pasado, algunos de ellos tuvieron sus quince minutos de fama. Hoy se han vuelto pura escoria. O escoria pura.
🐔 AHÍ ESTÁN PERSONAJES histéricos o neuróticos que a la vez son dueños de los más diversos síndromes. Por ejemplo: el de Fregoli, el de Proteus y el de Moebius. Personajes como Alfredo Adame y Adal Ramones —sin olvidar a Lolita Cortés— reciben una paga para comportarse como un grupo de monos metidos en una jaula. Y vaya que saben hacer las cosas más ridículas del mundo. A esto hemos llegado: a ser testigos morbosos de lo que hacen tres o cuatro pendejos a lo largo de varias semanas. ¿No nos conformamos con los pendejos que nos encontramos en la vida real? ¿De veras necesitamos más pendejos para creer que nosotros no formamos parte de ese grupo de pendejos dilectos?
🫦 LOLITA CORTÉS me recuerda a una novia que tuve en una colonia de la clase media baja del Distrito Federal. Lloraba y gritaba de todo —como Lolita Cortés. Si se la metía, lloraba (aunque primero gritaba). Si se la sacaba, gritaba (aunque primero lloraba). Era una mala actriz de sus emociones con la que pasé algunos meses inolvidables de mi adolescencia.
👙 UNA VEZ, EN UNA FIESTA, me confesó que no llevaba pantaletas y que si yo quería podíamos subir a la azotea para que le tocara las nalgas. No sólo se las toqué. También le metí la puntita. (Así se dice cuando la punta del pene ingresa a la vulva de la señorita en cuestión). Luego supe que yo no había sido el único al que ella se llevaba a la azotea. Los nombres de los afortunados no cabrían en este espacio.
👠 ME DETENGO. ¿Por qué hay mujeres que a determinada edad les gusta subir a la azotea a hacer algunas cochinadas? La señora Marina, por ejemplo, siempre me pedía que la acompañara a bajar la ropa del tendedero cuando ya empezaba a anochecer. Yo le miraba las nalgas cuando ella subía la escalera de caracol de aquel edificio de los condominios Bancomer. Y lo peor —ahora entiendo que era lo mejor— es que ella sabía que se las miraba, y las movía con esa cadencia que tienen las mujeres delgadas. Después de tres intentos fallidos de seducción (yo no sabía lo que en realidad quería la señora Marina), me remplazó por Víctor, “El Rizos”, quien no sólo se volvió su amante. (Juntos tuvieron una niña que le sacó los rizos al papá). El “Rizos” nunca hablaba. Sólo fumaba. Todo el maldito tiempo estaba fumando. (La señora Marina le cambió hasta el modito de andar y se lo llevó a vivir con él cuando se divorció de su marido).

