🏃🏻‍ CARLOS MANZO NO FUE UN ALCALDE cualquiera. Tenía, de entrada, todo aquello de lo que carecen los malos alcaldes: ideales, actitud, valentía y agallas. ¿Qué quería? Acabar con la delincuencia organizada que extorsiona y oprime a una sociedad cansada, harta, de temas como la impunidad y el acoso. No tenía miedo. Por eso enfrentó a los gandules. La Maña huele el miedo de los gobiernos, y actúa en consecuencia.

🧎🏻‍ EL MIEDO QUE ACOMPAÑA A LOS ALCALDES es fácil de detectar por la delincuencia organizada. Por eso llega ante ellos con un aire de superioridad que los acojona aún más. La Maña no mira de abajo hacia arriba. Al contrario: humilla con la mirada. Orina su territorio. Marca sus límites con brochazos de sangre. Carlos Manzo seguramente tenía miedo, pero lo domesticó. Sus ganas de cambiar las cosas fueron más poderosas que su aceleración de ritmo cardiaco, que la sudoración que acompaña esa emoción básica y que la respiración acelerada. Lejos de paralizarse, empezó a luchar. He ahí la diferencia.

🧎🏻‍♂️‍➡️ LOS ALCALDES QUE NO SON Carlos Manzo se entregan al primer hervor. Ceden la plaza. Obedecen órdenes. Y terminan por ser lacayos serviles de los nuevos amos. Se venden rápido. De ahí la descomposición de sus municipios. Hay territorios enteros entregados a la Maña. Son fáciles de detectar. Ahí donde se permite todo, se ha perdido todo. De entrada, la dignidad.

🧎🏻 EL ALCALDE BUCHÓN se nota en su modito de andar. Es predecible en todo lo que sea entreguismo. No rezonga. Obedece. Es fiel sirviente de su amo (La Maña). No hay sol para él: todo es una noche constante. Una larga noche de miedo, sumisión y ganancia extraordinaria. Y es que los alcaldes sometidos a la Maña reciben también su dinerito. Están en venta desde que llegaron. Antes, incluso.

🏃🏻‍ CARLOS MANZO murió como vivió: en el fragor de la lucha. Su último acto fue cargar a su pequeño hijo y mostrarle la Catrina. Ese último acto amoroso antecedió su muerte. Una muerte sencilla, justa, eterna. Descanse siempre en paz.